Son días de incertidumbre. Se refleja en indicadores financieros como el de riesgo país, incrementado por factores políticos reflejados en la pugna abierta entre el Ejecutivo y la Asamblea. Se explica menos en indicadores económicos, pues cae la recaudación tributaria y se mantiene el crecimiento de las ventas. En este escenario, de incertidumbre financiera y política, el frágil crecimiento económico no parece sostenible.

La incertidumbre parece detener la ejecución del gasto público para atender las demandas de la mayoría por salud, educación e infraestructura. Aplazar inversiones que empujarían el crecimiento económico y el empleo en todos los sectores de la economía. Además, llama a esconderse o emigrar a quienes temen ser blanco de la delincuencia. ¿Seremos capaces de reemplazar las visiones y estrategias de los extremos en pugna por una visión integradora, que diluya la cultura de confrontación? ¿Podremos re inventar el modelo de gobernanza para dar vuelta a las batallas casi perdidas contra la seguridad, el narcotráfico y la pobreza? ¿Se lo podrá logar sin transiciones políticas?

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Lo probable es que las respuestas a estas tres interrogantes resulten negativas. Que el futuro próximo vea consolidarse un modelo de gestión del desarrollo en que se mantengan la incertidumbre financiera y política en medio de constante inseguridad ciudadana. Un modelo de desarrollo frágil y opaco, en el que pesaría cada vez más la economía del crimen y el dinero proveniente de ella, como fuente de liquidez de un creciente número de sectores. Sin embargo, existen posibilidades, aunque pocas, de lograr respuestas afirmativas a las preguntas de arriba. Para ello, se necesitan poner el centro del debate nacional, los temas que deben reemplazar a la actual confrontación y esta pertinaz incertidumbre.

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Primero, reconocer que las reglas del juego vigentes entre Estado y sociedad han quedado obsoletas ante la velocidad del cambio de las demandas y expectativas de ciudadanos y grupos de presión. Que el único camino pasa por acuerdos mínimos, capaces de innovar las relaciones entre el Estado y la sociedad. Que así podamos contar con un Estado eficiente y eficaz, ni mínimo ni gigantesco, rector del desarrollo, articulador inclusivo de la realización económica y social de todos los ecuatorianos. Que sea capaz de transparentar información para decisiones acertadas de actores públicos y privados en favor del crecimiento económico, la inclusión social y la sostenibilidad ambiental.

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Luego, que sepamos reconocer los problemas transnacionales que nos afectan y podamos articular soluciones transnacionales que los combatan. Que con patriotismo, pragmatismo e innovación tecnológica configuremos las condiciones en que se pueda reinventar el ejercicio de la justicia, el control de la seguridad ciudadana y el control sobre el lavado de activos en Ecuador.

Que haya una cantidad suficiente de ecuatorianos probos, capaces y valientes orientando tales acuerdos mínimos. Que suban a este Ecuador, fragmentado desde siempre, al tren del progreso social y sostenible que parece llamarnos por última vez. (O)