Mucho hemos oído comentar al Gobierno que la economía está estabilizada y va razonablemente bien. Es una enorme exageración, hasta cierto punto comprensible ya que personas y organizaciones tendemos a maximizar lo que hacemos. Es buen marketing y es necesario para el ego… ¿Exageración?

Al hablar de estabilidad el Gobierno se refiere en gran medida a las cuentas públicas que arrojan un déficit bastante limitado en 2022 y en consecuencia una disminución de la deuda y está bien, pero es solo una parte de la película. Esa indiscutible mejoría no se debe en nada a la reducción de gastos improductivos, sino al alto precio del petróleo y los impuestos aprobados en 2021 (más impuesto a la renta y patrimoniales). Más ingresos, y ningún esfuerzo en gasto, ciertamente no es el mejor camino.

Si el Gobierno realmente creyera en la baja de impuestos, debería ser más radical (sensatamente).

Basado en esa mejora, el Gobierno nos dice que hay espacio para bajar impuestos y devolver poder adquisitivo a la gente. Por eso disminuye impuestos en bebidas y tabacos… Pero nuevamente no exageremos: el SRI aumentó esos impuestos en diciembre porque la ley obligaba a ajustarlos en función de la inflación y en enero el Gobierno revirtió dicho ajuste, o sea, en 2023 los impuestos serán iguales a los de 2022. Asimismo, se anuncia reducción del ISD del 4 % al 2 % en 2023. ¿Exageración? Sí. El ISD debía seguir bajando 0,25 % cada trimestre desde este enero 2023, o sea, estar en 2,75 % el 1 de enero 2024. La novedad es que primero bajará menos (promedio del 2023 será de 3,65 % frente a 3,37 % que era la tendencia) y recién el 31 de diciembre (o sea, desde el 1 de enero 2024) bajará al 2 %… porque un dictamen de la Corte Constitucional así lo exige. También hay los 9 días feriados en que el IVA disminuye del 12 % al 8 % para turismo, ya se dio en 2022, y es bastante limitado. Es decir sí hay algo en impuestos, pero suena bastante forzado y “con freno de mano”. Si el Gobierno realmente creyera en la baja de impuestos (ejemplo, bajar todo el IVA para todos en los feriados), debería ser más radical (sensatamente).

Más allá de la estabilidad fiscal ¿podemos levantar banderas de éxito, cuando la economía en 2022 creció hacia el 3 % y 2023 será similar? Malo no es 3 %, solo “medianito”. ¿Y cuando apenas el 35 % de la población tiene empleo adecuado? ¿Y la inflación (casi) más baja en Latam? Es por la dolarización. El Gobierno más bien debería empujarnos hacia las reformas: el único camino para mejorar el entorno económico y social. ¿Laboral? Nada. ¿Tratados comerciales? Sí, estamos en la pelea: con EE. UU. intentando superar la animadversión de Washington, China con un acuerdo aún no conocido pero ya negociado y el retroceso con México cuya culpa proviene de allá, además avances en Centroamérica y Canadá. ¿Reforma de la jubilación? Arrancó una comisión ciudadana (estoy honrado de ser parte) para generar propuestas… veremos el desenlace político. ¿Más competencia externa a la banca? Nada. ¿Empuje adicional en minería y petróleo? Tampoco. ¿Reforma a fondo del Estado? ¿Educación? ¿Autopista Quito-Guayaquil? Nada. ¿Desnutrición? Algo. Quizás para empujar el carro, el Gobierno espera una consulta popular exitosa con más peso político, ojalá… se han dado solo pequeñísimos pasos: no exageremos su importancia e impacto. (O)