Los eclipses son uno de los fenómenos naturales más maravillosos que existen, sean estos de luna, o sean de sol. Cuando la Luna se interpone entre la Tierra y el Sol, la luz de este desaparece, y puede ser un eclipse parcial, o uno total en el cual de repente hay oscuridad, porque todo el Sol queda cubierto.

Igualmente, cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, especialmente en luna llena, esta pierde su maravilloso brillo, escondiéndose totalmente por la sombra que le hace la Tierra que impide que la luz del Sol se refleje en ella.

En tiempos pasados, muchas civilizaciones consideraron los eclipses como manifestaciones divinas, un hecho inexplicable.

La política ecuatoriana presenta un eclipse total, pero no temporal, como sucede en los fenómenos celestiales, donde el eclipse tiene una duración limitada. De hecho, el eclipse total del sol, este deja de brillar entre 2 y 3 minutos, y el eclipse puede durar unos 8 minutos. El de luna puede durar hasta una hora. Pero siempre se recupera sea la luz del Sol, o el brillo de la Luna.

Los políticos ecuatorianos, y en especial la Asamblea Nacional, han logrado el récord de establecer un eclipse total permanente. Se han interpuesto entre la luz de un destino de progreso y el resto de la sociedad ecuatoriana, produciendo un eclipse total, que nos ha dejado sin luz, sin aliento y sin esperanza.

Con una insólita capacidad de generar odio, revanchas y canibalismo, en vez de ir mejorando a través del tiempo, han logrado ser cada día más virulentos, más incapaces y más indolentes frente a las necesidades del país.

Oposición siempre hubo, y debe haber, pero enmarcada dentro de unos parámetros de dignidad y señorío que se han perdido.

La política ecuatoriana se denigró, cayó. Oposición siempre hubo, y debe haber, pero enmarcada dentro de unos parámetros de dignidad y señorío que se han perdido.

Los tiempos en que los alumnos iban a la Asamblea para escuchar las intervenciones y aprender oratoria y buen manejo del idioma se acabaron hace rato. Hoy, si se va es para precisamente hacer un glosario de errores gramaticales, de barbaridades en el manejo del idioma y en destrucción de la oratoria de calidad.

Y si esto pasa en las formas, en el fondo es realmente aterrador. Lo que prima es todo aquello que nos aleja del sueño de ser un país viable y de poder desarrollarnos.

Veremos pronto el desarrollo del juicio político y comprobaremos, una vez más, la pobreza de los argumentos, la razón de la sin razón, la tiranía del voto, la argumentación pobre y odiadora, y el eclipse total se mostrará en su fase más esplendorosa, hundiendo en oscuridad el sueño de ser una sociedad que avance, y que le dé esperanza a los ciudadanos de que el país tiene un porvenir.

Una vez más recuerdo a ese gran señor, el doctor Raúl Clemente Huerta, con algo que lo he dicho en esta columna antes. Al felicitarme en el año de 1988 por mi elección al Parlamento me dijo: “Cuando llegue al Parlamento querido Alberto, sentirá gran decepción por la calidad de muchos de sus colegas. Pero consuélese, y piense que el próximo Congreso será peor”. (O)