31 años atrás, Alfonso Espinosa de los Monteros tenía la edad que ahora yo tengo, y estaba en plena actividad periodística. Coincidimos en Lima, en las previas de unas de esas elecciones en las que Alberto Fujimori era protagonista. Yo, libreta y grabadora en mano, joven reportero; él, micrófono en mano, derramando experiencia. Ambos en búsqueda de los personajes noticia.

Recuerdo como si fuese ayer haberlo visto en acción. Su agilidad para acercarse a los hechos, su decisión al momento de ‘meter’ micrófono y lo oportuno de sus preguntas. Todos los periodistas ecuatorianos presentes en esa cobertura y algunos extranjeros también sabíamos de su valía y del respeto ganado a pulso que él proyectaba.

Poco más de una década después pude ser su compañero de trabajo en Televistazo, el noticiario estelar de Ecuavisa, en cuya historia debe estar escrito con letras doradas su nombre, y donde él ha marcado el récord de ser el presentador con más años al aire, ininterrumpidamente. Récord que ni la pandemia que vivimos ha podido romper, pues lo vimos de vuelta, con todo un ritual de bioseguridad, a la locución del noticiario estelar apenas la situación se lo permitió.

De esos tiempos en el Canal del Cerro, recuerdo las pláticas tan amenas que manteníamos cuando él locutaba desde Guayaquil, o en su oficina de Quito cuando iba yo a planificar algún trabajo. Y de esas pláticas, destaco la impresionante lucidez de un hombre que ha dedicado su vida a la comunicación y que es sin duda la voz de las noticias, de la verdad, en la televisión ecuatoriana.

Locutor insigne de radio, luego presentador de noticias en los inicios de la televisión nacional; actor y autor del primer beso televisivo; aquilatado entrevistador y escritor; y hasta conductor de programas concursos en los que la credibilidad estaba en juego, Alfonso Espinosa de los Monteros ha sido multifacético a lo largo de su prolongada trayectoria. Y muchas veces buscado, de manera fallida, por políticos que lo quisieron en su fórmula presidencial o liderando sus listas para la Asamblea. Pero no, no permitió que se mezclaran el periodismo y la política, como no es posible mezclar el agua y el aceite.

Hoy asume oficialmente su condición de influencer de la nueva comunicación, la del smartphone y la fibra óptica, la de los Facebook live, que ya hizo esta semana, y del Instagram, al que ha ingresado pisando fuerte, con 250.000 seguidores en apenas una semana. Y quién mejor que él que ha sido una destacable influencia para los comunicadores, para buscar serlo también entre las multitudes de difusores de información y, sobre todo, las nuevas audiencias, que tanta guía demuestran requerir ante la avalancha de datos que brotan de sus teléfonos móviles.

Influencer de los de verdad, la decisión de Don Alfonso, como con natural respeto le dicen todos en Ecuavisa, de activar sus redes sociales, es sin dudas la mejor noticia que ha tenido últimamente la nueva comunicación. Ya es hora de que las nuevas audiencias, donde muchos han recibido creativos intentos de mofa de su longevidad, aprendan de esta leyenda viva del periodismo. De este campeón del sentido común. (O)