No hay ni habrá palabras suficientes para repudiar el femicidio cometido contra María Belén. Un dolor profundo recorre el alma de los ecuatorianos ante semejante injusticia. En un instante toda una vida quedó destruida a manos de la irracionalidad. Manos que no solamente segaron la vida de su inocente víctima, sino que provocaron una herida profunda en el alma de su madre y en el espíritu de su hijo. Un testimonio más de la enorme crueldad de que es capaz el ser humano. Cegado por las tinieblas de la maldad, puede convertirse en un monstruo. Con María Belén se ha ido un pedazo de la esperanza; de la esperanza de todos nosotros, de toda madre, de todo hijo, la esperanza de todos los ecuatorianos de vivir una vida plena, de vivir en una sociedad amable, una sociedad que eche luz a nuestros sueños y aliente nuestros deseos.

La violencia ha hecho metástasis en nuestro país. En particular, la violencia contra la mujer.

La violencia ha hecho metástasis en nuestro país. En particular, la violencia contra la mujer. Una violencia que se fermenta en los hogares, en las escuelas, en las familias, que se esconde en la letra de la ley, que se viste en el lenguaje diario, que se pasea por los corredores del poder y que flota en nuestra cultura machista. Porque no es solo María Belén. Hay decenas de femicidios que están clamando atención –no se diga justicia– y reclamando cambios, cambios profundos en la sociedad, en el derecho, en las instituciones.

Ese silencio cobarde de quienes pudieron salvarla y no lo hicieron es el silencio de muchos que miran a otro lado ante lo que le pasa a nuestro país. La construcción de una sociedad nueva no se puede hacer desde la irracionalidad y la ceguera. El nihilismo que no permite distinguir y matizar solo ha traído dolor a las sociedades que en él cayeron. Las simplificaciones solo sirven de excusas para el inmovilismo.

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Pero como si tan absurda muerte no fuese ya bastante, ahora resulta que el país parece condenado a cometer un segundo crimen, esto es, el crimen de politizar tan infausto suceso. Todo indica, en efecto, que estamos ad portas de bajar otro círculo del Infierno llevados de la mano por ese corifeo de políticos de ilimitada irresponsabilidad que tanto daño le han hecho al Ecuador. La violencia que hoy se vive en el país no cayó del cielo. Fue creada por hombres, hombres como Correa y su camarilla de secuaces que por más de una década no solo que se burlaban de las mujeres –uno de ellos hasta llegó a ser condenado por abuso–, sino que nos instalaron el narcotráfico. Es una violencia que ha sido avivada por hombres como Iza, a quien le importa un bledo el abuso que sufren las mujeres en las comunidades indígenas ni la destrucción de Quito. Toda esta pléyade de irresponsables que ven al país como un simple casino ahora pretenden apostarle nuevamente a la ruleta del caos y de la desestabilización. No importa si para hacerlo manosean el discurso del feminismo, en el que no creen. No pueden venir a hablarnos de crímenes de Estado los responsables de asesinar al general Gabela por denunciar la corrupción y otros casos similares. La muerte de María Belén no puede servir de alfombra para que sobre ella caminen aquellos que tanto daño le han hecho a nuestra nación. Ni debe convertirse en la ventana por donde entren sus enemigos. Ello sería como volverla a asesinar y enviar al olvido su muerte. (O)