¡Qué trágico volver a esa amenaza histórica que creíamos superada! La invasión de Ucrania por parte del ejército ruso revive simultáneamente a los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría. Eso es lo que diferencia a este conflicto de los demás dolorosos acontecimientos armados que aún existen en el mundo.

Este escenario se presenta con una dramática variable, que es la forma como nos informamos al respecto. Los “medios de comunicación masiva” llegan cada vez a menos personas, y nuevos medios más minúsculos y tendenciosos aparecen en el escenario. Algunos de estos nuevos medios mantienen un nivel de ética profesional que los diferencia de la gran mayoría. La guerra en Ucrania es el primer conflicto relevante que observamos desde lejos en este caótico formato. Ya no es la BBC informando de los avances aliados en territorios ocupados por los nazis, o la CNN informando de los avances en la primera guerra del Golfo. Ahora, en esta mal llamada “posverdad”, la gran mayoría de medios informa a través de algún filtro ideológico. Importa más adoctrinar que informar; y la noticia es un medio efectivo para adoctrinar subliminalmente. De ahí que haya personas que miren una realidad inexistente, donde las atrocidades de la guerra sean válidas y estén justificadas. Para sostenerse en sus puntos de vista, recurren a cualquier medio que hable acorde con sus propias simpatías. Esto revela que el problema de la posverdad no lo causan los medios, sino nosotros que nos comportamos como consumidores de medios, según nuestras preferencias.

Frank Bruni, colaborador del New York Times, fue entrevistado por Bill Maher durante la emisión más reciente de su programa, y compartió una analogía interesante: Así como las grandes ciudades tienen “guetos alimenticios”, es decir, sectores donde la oferta de comidas es deficiente en términos de salud pública, ahora podemos hablar de “guetos informativos”. Son medios a través de los cuales las personas pueden asimilar información tendenciosa y no fundamentada, simplemente porque les gusta, porque fortalece su forma de pensar y su estilo de vida.

Antes de la elección de un medio informativo suele venir el descarte de los medios que nos desagradan. Esas eliminatorias se dan por antipatía ideológica. Todas las plataformas de información que no concuerden con la visión propia se convierten en el “otro”, el gran enemigo que nos quiere engañar. No hay siquiera la intención de buscar algo cercano a la verdad o que responda a las reglas básicas de la lógica. De ahí que salgan semejantes falacias como “sí, pero esas atrocidades ya las ha hecho otro país, en otra parte”. Occidente dista mucho de la civilización impoluta que pretende ser. Su historia es una concatenación de atrocidades. Pero para poder mejorar, no podemos justificar nuestros actos en los crímenes cometidos por otros en el pasado. Eso nos vuelve más bárbaros, más cavernícolas. Ningún delito puede justificar el cometimiento de otro.

La distorsión intencional de la realidad no puede ser respetada como una opinión. Callar ante la justificación de un crimen es complicidad. (O)