Podría (y debería) comentar sobre el increíble consejo de la Asambleísta de PK a sus compañeros “… si roben, roben bien…”, increíble que siga ahí representando al pueblo ecuatoriano (o al menos a sus electores), aunque para algunos solo ha puesto en palabras lo que ellos piensen y hacen… O sobre la metida de pata de la Cancillería al tratar las manifestaciones en Cuba con una sorprendente tibieza que el presidente ya enmendó (ojo, no son lo mismo las manifestaciones en Chile, Colombia o Cuba, las primeras se dan en países democráticos donde hay diversas válvulas de escape, las de Cuba son la única válvula y por eso deben recibir apoyo externo hasta que el régimen cambie en 180 grados su visión del mundo y del poder). Pero hablaremos hoy…

… de nuestros éxitos deportivos. En la vida hay diariamente extraordinarios héroes, gente (muchas veces madres solteras) que arranca en las madrugadas y no cesa de trabajar hasta el anochecer para sacar adelante a sus familias y servirles de ejemplo. O carpinteros, artesanos, empresarios que hacen productos fantásticos, orgullo dentro y fuera del país. Hay tanto héroe anónimo. Pero el deporte tiene una particularidad: hay héroes que no son anónimos porque los medios de comunicación los resaltan, porque apelan a nuestro profundo orgullo colectivo, quizás porque nos sentimos representados en cada uno de ellos (algún deporte hemos hecho o hacemos en la vida) o más esencialmente porque soñamos a través de sus sueños… Carapaz lo acaba de lograr con su tercer puesto en el Tour (de Francia). Una prueba dura, exigente, histórica, alrededor de 4.000 kilómetros en casi 20 etapas, desde las playas hasta las cimas de los Alpes, de un deporte de equipo donde triunfan los mejores individuos (… y donde ojalá se haya desterrado para siempre el uso del doping). Como lo ha logrado Richie en ya dos años seguidos, se transita ante los desafíos y kilómetros, de gregario a líder (o lo contrario) con sometimiento y entereza. Lección de humildad. Carapaz ya está en la historia donde pocos están, y seguirá pedaleando hacia más.

Y esto coincide con los 25 años de una inolvidable gesta: los Olímpicos de Atlanta y la extraordinaria medalla de oro de Jefferson Pérez, a la que agregó plata en Pekín, y no olvidemos que fue dos veces cuarto (muy cerca de más medallas) y tres veces campeón mundial (ojo, recordar que hay países enteros sin historial de medallas). Lo logró en una disciplina de gran dificultad técnica y de enorme desgaste y esfuerzo físico/mental, abriendo la puerta a toda una escuela de marchistas, lo que en sí mismo es un gran logro adicional.

Ambos nos han dado lecciones de verdadera humildad: saber y reconocer de dónde se viene y a dónde se quiere llegar, admitir las limitaciones y el esfuerzo necesario para superarlas. Así se veía el más grande de nuestra historia del fútbol, Spencer, que de su natal Península saltó al enorme Peñarol, grande entre los grandes de la época. Y Andrés Gómez, triunfando en París, o Iván Vallejo, venciendo los Himalayas sin oxígeno, pero con alma y corazón rebosantes. Y otros tantos, ejemplos maravillosos igual que los anónimos ecuatorianos de la vida diaria… Como los ejemplos que quizás surjan en los ya próximos Juegos Olímpicos…

¡Salud a los héroes! (O)