La OMS determina que entre el 10 % y el 20 % de adolescentes en el mundo tiene un problema relacionado a enfermedades mentales. Esta cifra debe ser el punto de partida para tomar acciones con niños y adolescentes y procurar que quienes necesiten de terapia o tratamiento puedan ser atendidos, evitando que estas enfermedades se desencadenen en la adultez como más graves o crónicas.

El 10 de octubre se conmemora el Día de la Salud Mental y nos permite debatir sobre aquello que, por vergüenza, culpabilidad o desconocimiento, normalmente se mantiene entre las sombras. Estas razones no pueden seguir entrando a la ecuación cuando la mitad de trastornos comienza en la preadolescencia, cuando la depresión es una de las causas más altas de muerte en el mundo y el suicidio es la cuarta causa de muerte en jóvenes entre los 15 y 19 años.

Montserrat Dolz, psiquiatra española, ha elaborado una guía para reconocer la importancia de prevenir y construir ese muro de contención que se requiere para cuidar la salud mental a temprana edad. Me permito puntualizarlo:

1. La adolescencia es una época en la que debemos comprender que el cerebro presenta muchos cambios y existen conexiones neuronales que aparecen y desaparecen, por ello, comprender.

2. La familia y el entorno son la clave, ya que el cerebro no se autogobierna, cambia con todo aquello que percibe y con lo que le rodea. Es necesario que el crecimiento sea con experiencias buenas, entendiendo que todo genera un impacto.

3. Asumir que si tratamos a una persona cercana o identificamos que existe un factor que desencadena conductas que requieren tratamiento, esta es la oportunidad precisa para hacer algo a tiempo, por ello, no tenerlo como una carga emocional, sino como un reto que se debe asumir y enfrentar.

4. Llevar una vida sana no es solamente importante en los primeros años de vida de los niños o en el desarrollo de los jóvenes; es importante mantener esta estructura y llevar una vida sana a largo plazo.

5. Debemos encontrar la manera de que las tecnologías se usen a nuestro favor y no en contra y, por ello, limitar el uso a partir de nuestras propias conductas, entendiendo que los niños y adolescentes se guían por el ejemplo.

6. Negociar es un verdadero arte y no quiere decir ceder, pero sí entender y aprender a escuchar, incluso cuando creamos que tenemos la razón absoluta. Para tener una escucha real y cercana debemos estar presentes y prestar atención. Es urgente comunicar.

7. Como padres y educadores, encontrar las herramientas que nos hagan sentir capaces de pedir ayuda y entrar a un sistema educativo y sanitario que nos brinde los recursos necesarios para contar con un equipo de profesionales.

8. Forjamos una adolescencia segura cuando brindamos respaldo cuando un adolescente no distingue ciertos sentimientos y sabe que algo no va bien o que sus acciones generan algún tipo de rechazo o problema. Por ello, acompañar.

Abrir la mirada nos permite entender que los trastornos mentales son de atención prioritaria y que van de la mano con educación y salud, porque pueden confundirse con los cambios propios de la adolescencia y sus procesos. No hay futuro sin atención en el presente, el cuidado debe ser mental y emocional, no solo físico. (O)