Estamos a 48 horas de conmemorar el Día del Periodista y acabo de leer un libro cortísimo de la Fundación Periodistas sin Cadenas, titulado Periferias crónicas del Ecuador invisible y me gustó lo que encontré: periodistas de provincia contando historias que golpean sus cercanías y al país en su conjunto.

Reporteros de Esmeraldas, Carchi, Manabí y Santo Domingo de los Tsáchilas, apoyados por otros, especialmente de Quito, con ganas de seguir retratando ese Ecuador donde la ilegalidad, la corrupción, la trampa son parte de esta nación que hay que seguir describiendo para tratar de entenderla y desenredarla. O como dicen los responsables de esta publicación en su contratapa: Hay que hablar sobre los temas aquí descritos para que se debatan en el resto del país, porque “todos los temas investigados comparten un eje central: la inacción del Estado ecuatoriano”.

Hay otra razón por la cual también me gustó: la fecha de su publicación, noviembre del 2021, otra vez un año particularmente difícil para la prensa.

El informe de Fundamedios, por ejemplo, da cuenta de varios reporteros que perdieron sus trabajos en los medios de comunicación producto de la pandemia. O de aquellos que enfermaron y que fallecieron por el mismo COVID-19. Habría que añadir a esto las dificultades propias de este trabajo: amenazas, poco acceso a la información, procesos judiciales planteados...

Sin embargo, esto no pudo contra el compromiso de decenas de periodistas que simplemente hicieron y continúan haciendo su trabajo pese a la realidad que afrontan en las provincias. No hablo solo del tema salarial, sino de las condiciones en las que trabajan: sitiados por los compromisos que tienen los representantes políticos, económicos y judiciales de sus provincias con quién sabe qué fuerzas que pujan por ganar más y más espacio. Los intereses de los caciques locales siempre han existido, pero las señales que existen por doquier de vinculaciones de algunos de ellos con la criminalidad hace al trabajo de los periodistas más exigente, de más tino, de más habilidad.

Este tipo de contribuciones no solo encienden o ratifican las alarmas que suenan por todos lados frente a la situación del país, sino que hablan de las ganas de sacudirse, de dejar de lado ese otro periodismo que aún persiste en mucha parte de la prensa: una militancia absurda, que lleva únicamente a hablar sobre el punto de vista que les gusta o les conviene, que polariza y divide, que dejó de cuestionar con datos y hechos y que solo grita y da manotazos en la mesa.

El periodismo es importante para la democracia y por eso nosotros mismos debemos trabajar en esa dirección. Hay muchos que sí están haciendo su parte, persiguiendo historia, buscando datos, fuentes y formas de contar distintas. Eso se necesita para que el ruido ensordecedor de las redes sociales no sea tan insoportable y básico.

A pocas horas de conmemorar al primer periódico de lo que hoy es Ecuador, debemos recordar que el esfuerzo siempre valdrá la pena, porque el resultado será seguir construyendo el intangible más valioso que tenemos: la credibilidad. Feliz día, periodistas. (O)