Asistí a la conferencia que dio en Quito Javier Milei, figura puntera del pensamiento libertario y precandidato a la Presidencia de Argentina, carrera en la que tiene prometedoras posibilidades. El evento lo organizaba Despertando Leones, tanque de ideas que encabeza José Alvear Campodónico, quien introdujo al conferenciante. El local escogido estaba lleno, la concurrencia en su inmensa mayoría era de jóvenes, seguramente profesionales y ejecutivos. El título propuesto era La superioridad de la libertad y el capitalismo sobre el socialismo. La plática tuvo contenido ideológico, pero fue mucho más el discurso de un líder político que la disertación de un teórico. Y eso es lo que necesita el libertarismo, porque es lo que necesita América Latina: políticos, dirigentes que sepan conducir con eficacia y carisma a estos pueblos por la senda de la libertad. Es el momento de pasar a la acción.

Libertarios aparecen en el mapa político argentino con un discurso ‘antiestablishment’ y con el polémico Javier Milei a la cabeza

Pero no faltaron ideas en la alocución de Milei, todo lo contrario. Importante el énfasis en la necesidad que tiene un sistema político libertario de un correlato ético, de un sistema de valores que supere los antivalores sobre los que están construidos todos los socialismos: miedo, envidia, conformismo y suspicacia. Frente a estos hay que levantar el optimismo, la laboriosidad, la creatividad y la confianza. Los valores morales se deben cristalizar en instituciones; si no se logra este propósito, cualquier proyecto será efímero. Congruente con esto es el llamado de atención sobre la importancia de que los liberales y libertarios se involucren en la cultura y la educación. Hay que darle la vuelta a la estrategia de Antonio Gramsci, que tan eficaz ha esultado en la propagación del comunismo, a pesar de ser antagónica con las tesis materialistas marxistas, que sostienen que los factores económicos serán los que lancen a la clase obrera a hacer la revolución… La verdad, nunca los obreros hicieron las revoluciones socialistas, sino los intelectuales y estudiantes.

Evento instructivo y suscitador, pleno de conceptos constructivos y aclaradores. Sin embargo, no me siento conforme con algo que se oye desde hace un tiempo, y es constatar que muchos libertarios se han acomodado a ser arrinconados en “la derecha”. Si analizan bien este término, verán que no significa nada. Tiene sentido decir que se es liberal o conservador, socialista o capitalista, republicano o autoritario, pero ¿de derecha? Nada: es la olla en la que los marxistas quieren cocinar a todos los que no son ellos, desde los nazis hasta los socialdemócratas, por más que estos últimos traten de escapar de allí como cangrejos escaldados. Dividir la política entre izquierda y derecha es una clasificación simplona, para los que piensan en fácil. Y notarán que ya en la práctica política, si se declaran de derecha, terminarán encasillados con neonazis, Vox, Bolsonaro, Giorgia Meloni, los Le Pen y otras hierbas venenosas que más temprano que tarde serán fumigadas. Los libertarios deben definirse con esa fórmula axiomática de Venegas Lynch, que utiliza siempre Milei y repitió aquí en Quito: “El liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”. (O)