“Queremos más México en el mundo y más mundo en México”, señaló el presidente Felipe Calderón Hinojosa durante la presentación del Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012. Quince años después, el Ecuador tomaría este mismo eslogan y el mismo objetivo como el eje central de su programa de gobierno, para impulsar la apertura de nuestra economía hacia oportunidades de desarrollo y crecimiento, a través de una política exterior dinámica, reflejada en programas de cooperación y tratados de libre comercio.

A un año de gobierno, el dinamismo de nuestra política exterior gira en torno a fortalecer nuestra relación bilateral con Estados Unidos y los tratados de libre comercio, en proceso de negociación, con China, Corea del Sur, Japón, Canadá, México, Costa Rica, Panamá, República Dominicana e Israel, siendo el objetivo de la actual administración llegar a 20 nuevos tratados comerciales. Una política exterior que, de concretarse, supera la retórica de “amistad entre los pueblos” y responde a intereses políticos, económicos y sociales que exigen transparencia, agilidad y eficacia.

En materia de cooperación internacional, la Ley de Asociación Estados Unidos-Ecuador 2022 focaliza la alianza estratégica en el fortalecimiento de la democracia y el Estado de derecho como base fundamental para garantizar seguridad jurídica y respeto a los derechos humanos. Una cooperación que pone especial énfasis en la lucha contra la economía ilícita y la corrupción; el impulso al desarrollo económico inclusivo; la aceleración de la economía digital, a través de programas específicos de ciberseguridad y protección de datos personales, y la conservación y uso sustentable de la biodiversidad. Esta ley será debatida por el Senado de los Estados Unidos en septiembre, y su profundidad estará relacionada con dos factores externos a la relación bilateral: los próximos resultados electorales de Colombia y los alcances de nuestra relación de cooperación y comercio con China.

Con respecto a los tratados de libre comercio, la integración de un capítulo específico sobre inversiones daría más certeza a las relaciones comerciales, así como a los flujos de inversión extranjera directa (IED). Por ejemplo, a un año de entrada en vigor del T-MEC (Tratado México, Estados Unidos y Canadá) se registró en México un monto de IED por encima de los 30.000 millones de dólares pese a la crisis sanitaria global. Chile, al progresar su TLC con China hacia un Acuerdo Suplementario de Inversiones, registró en el 2020 una inversión recíproca acumulada de China en Chile de 1.652 millones de dólares. Colombia, al entrar en vigor su TLC con Israel, recibió en 2021 un compromiso de IED de 68 millones de dólares.

Pero alinear la cooperación internacional y la integración comercial con el estímulo de la inversión exige también ejecutar una agenda nacional de competitividad que contemple un sólido compromiso con la defensa del empleo, la reducción de la desigualdad y la pobreza: un pacto con el desarrollo sostenible. Retomando las palabras del presidente Calderón: “Este objetivo de integración y apertura comercial necesita una arquitectura con rostro humano”. (O)