Hoy es la primera vuelta presidencial en Chile. Otro hito en un proceso que pondría fin al más exitoso modelo de desarrollo de Latinoamérica.

Desde 1990, Chile ha estado gobernado mayormente por presidentes de una concertación democristiana-socialista de centroizquierda, con la excepción de los dos periodos de Piñera, centroderecha. La concertación mantuvo la política económica liberal del gobierno de Pinochet hasta 2014 cuando en su segundo periodo la presidenta Bachelet introdujo impuestos y normas laborales que tornaron el clima de negocios menos atractivo a las empresas.

Chile también tuvo su octubre 2019; los protagonistas fueron jóvenes citadinos. Se abrió el camino a una asamblea constitucional, y en las elecciones de constituyentes ganaron ampliamente candidatos de izquierda radical. La popularidad de Piñera está por los suelos; a duras penas escapó de la destitución por el caso Pandora Papers, alrededor de la venta offshore de una mina.

La izquierda tuvo sus elecciones primarias, de la que salió victorioso Gabriel Boric, que derrotó al candidato del partido comunista y de seguro calificará a la segunda vuelta. Dado el masivo triunfo de la izquierda radical en las elecciones constitucionales, Boric es el favorito para ganar la segunda vuelta. Quiere retomar la sustitución de importaciones y montar un Estado del estilo de la socialdemocracia europea, para lo cual subiría drásticamente los impuestos empresariales. Sentencia que si en Chile nació el neoliberalismo, en Chile él lo enterrará.

¿Qué pasó en Chile? En términos esquemáticos: que el modelo de Pinochet se agotó. Chile aprovecha al máximo sus recursos naturales: cobre, madera, frutas, acuacultura, y no dio el paso a la producción de bienes y servicios de mayor valor agregado. Por lo tanto, a partir de 2011 el crecimiento se desacelera. La ciudadanía, acostumbrada a avances sostenidos en la calidad de vida, se frustró y está dispuesta a tirar por la borda lo bueno en busca de algo mejor.

Colapsó el centro político. La candidata democristiana Provoste y el oficialista Sichel pelean un distante tercer lugar. El enorme favoritismo de Boric, sin embargo, se está diluyendo. Surgió la derecha dura, que reacciona contra el caos y la destrucción del modelo. Así como Boric supera por la izquierda a la concertación, su probable contrincante en la segunda vuelta, José Antonio Kast, flanquea a Piñera por la derecha. Kast se proclama convencido del modelo económico que adoptó Pinochet. Sus seguidores dicen que calza en el molde de Margaret Thatcher.

Si Boric es el próximo presidente, habrá fuga de capitales y de cerebros. Otra bonanza para Miami, después de Chavez/Maduro y Castillo. Los impuestos subirían muy fuertemente, Chile se estancaría. Si Kast es presidente tendrá que gobernar con una constitución de izquierda, y con calles calientes. No sería un clima atractivo para atraer inversión.

Sebastián Edwards, economista chileno profesor de UCLA, es pesimista: “No me extrañaría que en una generación Chile estuviera de vuelta en sus orígenes, en la mitad de la tabla de posiciones, entre Costa Rica y Ecuador. Son dos países encantadores, pero no son un éxito económico o social” (El País, noviembre 18).

Fueron treinta y cinco años dorados, que los chilenos pronto añorarán. (O)