¿Se enteró? ¿Se ha dado cuenta? ¡Estamos de aniversario de independencia! Y no cualquier aniversario, ¡estamos de bicentenario de la independencia de lo que hoy es el Ecuador! Sí, aunque poco se note. ¡200 años de la batalla del Pichincha!, aquella en la que muchos ofrendaron su vida para expulsar al entonces opresor español. Aunque, por lo visto, va a pasar como un feriado más que, de paso y por ley, no se celebrará el mismo día 24 de mayo si no que será gozado el 23.

... poco o nada se ha hecho para levantar el orgullo patrio, que de algo hubiese servido en estos tiempos depresivos...

En su tumba mi profesor de historia del Ecuador, Marcos Rodríguez Ríos, debe estar retorciéndose. Cómo olvidar sus clases, en las aulas de mi amado colegio Vicente Rocafuerte, cuando con total gestualidad explicaba exaltado la faena libertaria, que empezó en la revolución octubrina del Guayaquil de 1820, pasó exitosa por Yaguachi, Riobamba hasta llegar a las afueras de Quito, 19 meses después, al mando de Antonio José de Sucre (sí, el mismo que los cincuentones tuvimos en los bolsillos en forma de monedas) y tras el cruento enfrentamiento con las tropas del español Aymerich, alcanzar el triunfo definitivo y anexar estas tierras a la Gran Colombia, el efímero sueño de Bolívar que se desvanecería junto con él, tan pronto como 1830.

El maestro Rodríguez lo contaba con tanta emoción, que parecía que él hubiese estado ahí, fusil en mano, luchando por la patria, y lograba que nuestra imaginación vuele y se traslade a esa época gloriosa. Gracias maestro por esas enseñanzas, que nos levantaron el espíritu y el amor por el país. Y por desmontarnos fábulas como aquella del héroe niño que, herido en sus extremidades, tomó la espada con los dientes al tiempo que gritaba “Viva la República”. Relato tan ilógico como popular por mucho tiempo, en textos escolares de cívica.

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Pero ¡estamos de aniversario! Que aniversario, ¡estamos de bicentenario! Y lo que veo de preparativos de festejos, más allá de un mural polémico por Pikachu y otro más polémico por su costo, son una ceremonia castrense y un desfile escolar. Es que poco o nada se ha hecho para levantar el orgullo patrio, que de algo hubiese servido en estos tiempos depresivos pospandémicos; en estos tiempos de profunda crisis en la economía familiar; en momentos de angustia, desesperación; de miedo, sí, mucho miedo por la arremetida del delito que aparece sin reparos hasta en las iglesias y los hospitales, otrora respetados.

Se trata de ese bienestar intangible que también es importante, en el que hay que invertir, para que los ciudadanos dejen de sentir que el país no tiene futuro, reiterándoles el pasado glorioso que más que liberarnos, nos sacó de la condición de punto de abastecimiento agrícola, minero y textil de la corona española, y nos empujó a ser rectores de nuestros propios destinos, superando de a poco las taras que el coloniaje por siglos había dejado, hasta organizarnos como ciudades y como país.

Ese día 24 de mayo también se cumple un año del actual gobierno, y escucharemos su versión de cómo está el país que nos heredaron Olmedo y Rocafuerte, que liberaron Sucre y Bolívar, por el que soportó una dolorosa agonía Calderón, y que 200 años después sigue anhelando prosperidad plena. (O)