Este primer año de la administración Lasso nos ofrece un desagradable panorama. No todo lo malo es culpa del Gobierno central, porque la historia siempre es un proceso y hay que buscar en el pasado para entender el presente. Lo que más nos molesta es el grado de violencia social, que sale de las cárceles y se extiende a las calles del país. También nos preocupa el desempleo.

El Gobierno actual no tiene la culpa de esta situación. Hace 20 años eran menores el narcotráfico y los delitos que le son propios. Los problemas eran otros. Pero marcaron diferencias la supresión de la base de Manta, el ataque al campamento de las FARC en la frontera, la permisión de drogas para consumo individual en pequeñas dosis, que significó un permiso para venderlas en las calles, porque miles de consumidores crean mercado y sus agentes de producción y distribución.

Ecuador ya es país consumidor y por sus fronteras y puertos fluye la droga. Claro que capturan toneladas, pero puede ser una parte pequeña y no sabemos cuánto se elude, pasa los controles y llega a los grandes mercados de consumo. Los capos del negocio, dentro o fuera de las cárceles, dirigen sus actividades y se atribuyen la vida de quienes les conviene. Ellos son ahora los administradores de la pena de muerte y pagan a los verdugos, los sicarios. ¿Cómo se explica el descuido de la Policía en el cuidado de las armas capturadas que regresan a las cárceles?

El negocio es muy rentable. Alcanza para comprar encubridores en las funciones del Estado y las fuerzas policiales. Jueces y abogados que abusan de las garantías constitucionales. El Ejecutivo no puede intervenir en la Función Judicial. Esta tiene que limpiarse sola y purgarse de malos servidores. Urgentemente.

La Asamblea da grima. En mi larga vida no he visto un Parlamento tan falto de capacidad y decencia. No merece más palabras. Es otra forma de violencia contra la dignidad de la función.

Vuelvo al Ejecutivo. Sus más notables ministros son los de las áreas más sensibles, tres: el de Economía y Finanzas, el de Relaciones Exteriores y la ministra de Salud. Sus logros están a la vista, prestigiando al Gobierno. Un arreglo de la deuda externa y una buena gestión con el FMI. El ministro es austero y no derrocha los excedentes de los precios del petróleo. Creo que es la mejor cartera de esta administración. La ministra de Salud se ha lucido con la vacunación. La Cancillería, con el viaje a Israel. Los judíos, otrora perseguidos y odiados, ahora demuestran que son un pueblo elegido y que están dispuestos a compartir su mejor riqueza que es el conocimiento. De esa ayuda depende el posible éxito en la disminución del narcotráfico. No lo vamos a eliminar porque sus raíces son muy profundas y extendidas por toda la Tierra. Esta lucha es de la comunidad internacional.

Porque la alternativa ya es una especie de pesadilla: permitir el consumo legalmente. Es una idea que ronda en muchas mentes. Pero se sabe que hay tanto interés económico en la represión, como en la provisión y el consumo. Esta hidra ha crecido tanto que puede matarnos a todos. Tampoco se avizora un final feliz. (O)