En medio de la vorágine en la que se encuentra sumido el Ecuador por tan variadas causas, hay que hacer todos los esfuerzos, sacrificios, renunciamientos, para mantener la estabilidad democrática y evitar el mal mayor, la anarquía.

Lo ocurrido para llegar a este punto ya sucedió y son inútiles las acusaciones sobre responsabilidades éticas del Postino. Estalló una bomba periodística, ese es el hecho; y hay que asimilarlo, superarlo. Gregorio Marañón decía que “la verdad nunca es antipatriótica”. Nos encontramos con un Gobierno debilitado por la derrota en la consulta popular y por una acusación de corrupción de devastadores efectos a su credibilidad, que le ha costado perder a sus más cercanos colaboradores; pero de esta circunstancia, y de la rectificación de las políticas que lo han conducido a la situación actual, puede un gobierno aprovechar para inaugurar una nueva etapa política y económica, y con rostros frescos.

La oposición en la Asamblea Nacional se encuentra fortificada, pero, al mismo tiempo, los intereses de cada bloque de legisladores son distintos y eso los divide. Salvo el bloque más fuerte, robustecido por el triunfo en las elecciones seccionales, a los demás bloques no les conviene una elección anticipada, mucho menos al Gobierno, que es el que puede decidir una muerte cruzada que, al momento, debe ser descartada por peligrosa.

En cuanto a un juicio político al presidente de la República, que probablemente sea recomendado por la Comisión de la Asamblea Nacional conformada para estudiar el caso de El Gran Padrino, su materialización resulta improbable porque, para seguir su curso, su admisibilidad tiene que ser aceptada por la Corte Constitucional.

El Gobierno tendrá que defenderse en cada uno de los escenarios planteados por sus opositores en una suerte de guerra de trincheras, luchando en todas, sin ceder en ninguna; y menos en la que enfrentará a Leonidas Iza, presidente de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas), que reclama el cumplimiento de los acuerdos: pidió diez y el ministro le regaló doscientos.

La caída del cerco que envolvía al presidente Guillermo Lasso refresca al Gobierno; no en el sentido de alcanzar una unidad nacional, que no la ha intentado, pero, al menos, para contar con colaboradores de distinta orientación; el secretario general de la Administración cuenta con la visión que le da el haber trabajado en un importante medio de prensa; el ministro de Gobierno tiene experiencia como legislador, y su notable facilidad dialéctica compensa su orfandad política, que puede tornarla en ventaja, pues, al no estar vinculado con ningún partido, puede conversar con todos.

Fue un error el haber pretendido retirar de la Fiscalía General el equipo policial de investigación porque eso entorpece la investigación y produce la impresión de que el Gobierno quiere esconder algo. La Fiscalía debe reabrir el caso archivado de una investigación vinculada con el narcotráfico.

Flaco favor le han hecho al presidente los parientes y excolaboradores con sus televisadas visitas en la clínica.

La estabilidad es hoy el bien más preciado. ¡No caigamos en la anarquía que vive el Perú! (O)