Mientras escribo, llegan las buenas noticias de un acuerdo para definir quién será el candidato que vaya a segunda vuelta en las elecciones generales, entre los presidenciables Guillermo Lasso y Yaku Pérez. Un respiro para una población sometida a la perplejidad de resultados confusos en medio de denuncias de fraude. Una luz para proceder democráticamente y una guía para futuros desencuentros.

Es posible hablar con pasión y con sinceridad y lograr al mismo tiempo ver los problemas desde otro ángulo y de otra manera. La franqueza siempre ayuda cuando los problemas son álgidos. Lo difícil es mantener la capacidad de entender y abrirse a nuevas perspectivas. En ese sentido, la cortesía empalagosa puede hacer más fácil una discusión, pero mantiene el statu quo y hace más difícil disentir y entender la parcialidad de la verdad de cada uno, sobre todo cuando esa verdad parece contraria a la propia. Hubo tensión, pero se comprendió que no existe una sola propuesta posible y que las posibilidades deben crearse cuando los caminos se estrechan o parecen borrarse. Si a esto se suman cosmovisiones diferentes y diferentes maneras de vivir la democracia en un país diverso, que le cuesta ser incluyente, el caldo de cultivo para enfrentamientos estaba servido.

Seguí parcialmente las etapas del diálogo, en el que por momentos no se escuchaba al adversario sino a un teléfono o se afirmaba la razón que cada uno tenía y cuán equivocado estaba el otro. Fue una tarea laberíntica en la que cada uno salió de su zona de confort y pudieron sumergirse en la complejidad de lo abordado. Nelson Mandela decía que “uno de los efectos de un conflicto persistente es el limitar nuestra visión de lo que es posible. Una y otra vez los conflictos se resuelven mediante virajes inimaginables al principio”. Así que hay que agradecer a todos los actores de ese avance democrático, especialmente a los dos candidatos que realizaron todo su esfuerzo y encontraron los puntos comunes por donde avanzar. La armonía que reinó entre los simpatizantes en los exteriores del CNE también es motivo de orgullo y esperanza: este país tiene gente buena capaz de sumar y entenderse, capaz de alentar y comprender, capaz de aceptar límites y admitir errores y asumir triunfos, capaz de construir acuerdos.

Ahora nos aprestamos en conjunto como sociedad a esperar y participar en las etapas siguientes.

De nuevo harán falta acuerdos, cogobierno si son capaces de aplicar los mejores planes de los diferentes candidatos y convocar a los mejores ciudadanos en los temas que conocen y son capaces, que no tengan miedo de enlodarse en el terreno pantanoso del quehacer político. Pero sobre todo hará falta que todos arrimemos el hombro en un levantamiento nacional, no solo indígena, que incluya a todos. Levantamiento, de levantarse, de ponerse de pie, de asumir los retos que tenemos como país. Con solidaridad, iniciativa y buen gobierno enfrentar la tragedia sanitaria, económica y social del COVID-19. Generar fuentes de trabajo, combatir la corrupción, recuperar lo robado, combatir el narcotráfico. Respetar la separación de poderes del Estado. Hacer frente a la inseguridad y la violencia contra las mujeres, el respeto al medioambiente. Hacen falta todos los aportes. (O)