Hace poco vi un reportaje de la Deutsche Welle, el canal alemán, sobre la infame y criminal práctica de la ablación, a la cual son sometidas una inmensa cantidad de mujeres en el mundo, especialmente en el África.

El reportaje decía que casi 200 millones de mujeres han sido víctimas de este extremismo machista, en el cual a la mujer le es negado un don puesto por el Creador en la naturaleza, como es la sexualidad.

Es difícil pensar en un acto más extremo de machismo, de humillación a la mujer, de denigración de su dignidad. Es una figura que no solamente tiene que ver con la parte de la sexualidad, sino que implica que la mujer sin un hombre al lado no vale nada, y como a ese hombre le importa un pepino la mujer, la considera su esclava, entonces esa pobre mujer que necesita de ese hombre, sufre la ignominia de la ablación.

Pues ese extremo del machismo tiene una contrapartida en otro extremo del feminismo: el aborto. En este caso, la mujer tiene el derecho ella, solamente ella, de abortar a un hijo que no es solamente de ella. Por lo tanto, además de la falacia de que la mujer tiene el derecho a decidir sobre su cuerpo (es otro cuerpo dentro de su cuerpo), este feminismo aplasta la dignidad del padre, supone un modelo en el cual la mujer considera tan inferior al hombre que no le da el derecho a impedir que un hijo suyo sea asesinado.

El mundo africano, donde la ablación es más practicada que en cualquier otra parte del mundo, y donde los occidentales vemos barbarie, salvajismo y un retraso total, tiene como contrapartida de barbarie a ese mismo mundo occidental, de raíces cristianas, donde el aborto que representa el otro extremismo, está liberalizado y cada vez en mayor grado.

La asamblea constituyente de Chile ya plantea el aborto sin límite de tiempo, al igual que sucede ya en el estado de Nueva York, donde legalmente una mujer a punto de dar a luz puede abortar.

Y como la epidemia del aborto es contagiosa, vendrán esas teorías a los demás países.

Los extremismos y fanatismos han dejado siempre una secuela trágica en la humanidad, cualquiera sea su origen, cualquiera sea su enfoque. El extremismo y fanatismo religioso, el extremismo político como el de la revolución soviética, el extremismo de opresión como la esclavitud. El extremismo de la ablación, y el extremismo del aborto están en esta categoría. Dejan una secuela trágica en la humanidad.

El extremismo de la ablación denigra a la mujer y la vuelve un objeto de libre disponibilidad del hombre. El extremismo del aborto vuelve al hombre un objeto, de libre disponibilidad de la mujer, le niega a ese hombre el derecho a defender la vida de su hijo. Pero el aborto es un extremismo peor que la ablación porque hay además una víctima indefensa, que esa mujer, elevada al grado de todopoderosa por las leyes y el feminismo aberrante, la hace convertirse en asesina de su propio hijo, con la asistencia de sicarios vestidos de profesionales.

Huyamos de los extremismos, pues siempre y sin excepción terminan matando cuerpos y almas y denigrando al ser humano. (O)