Al cumplir sus primeros 100 días, Guillermo Lasso tatarea la canción que hizo famosa Frank Sinatra. Se puso como meta para ese lapso la vacunación completa de la mitad de la población. Descartó la inepta campaña que heredó, sumó a la sociedad civil, y el Ecuador cuenta con la campaña de vacunación más exitosa del mundo.

Una de las prioridades presidenciales es firmar acuerdos comerciales. Unos avanzan a paso de tortuga, otros aun no arrancan. Optó por hacerse cargo personalmente. Visitó a López Obrador y recurrió a la diplomática telefónica con los presidentes Putin y Xi. El acuerdo con México se destraba, se inician negociaciones con Rusia y Xi ya puso plazo, el próximo marzo, para la conclusión de un acuerdo.

Y ahora, el acuerdo con el Fondo. Todo acuerdo con el FMI se centra en la reducción del déficit fiscal, preferentemente vía aumento de impuestos, lo que el FMI considera genera un incremento medible de los ingresos, mientras que la reducción de gastos es algo más etéreo que rara vez se cumple. Lenín Moreno estuvo de acuerdo y comprometió a su sucesor a elevar el IVA al 15 %. El nuevo gobierno también coincidió, comprometiéndose, en el programa 2021-2025 que envió a la Asamblea, a elevar los impuestos y a una leve desaceleración del incremento del gasto público.

Esta programación sorprendió y decepcionó a muchos (ver nuestra columna de agosto 28) considerando que chocaba con las propuestas de campaña de Guillermo Lasso. El presidente reaccionó; reiteró que el grueso del ajuste debía venir por el recorte del gasto, con lo que repudió implícitamente la programación enviada a la Asamblea.

De las declaraciones del presidente, del ministro Cueva y del representante del FMI en Quito, Julien Reynaud, se desprende que con la renegociación el acuerdo se ajusta a la manera de Lasso y no a la habitual del Fondo. Los detalles recién se conocerán una vez que el directorio del FMI apruebe la modificación acordada por los equipos técnicos.

El presidente reveló que el incremento de ingresos vía mayores impuestos ya no será de $ 2.400 millones, sino de $ 700 millones. Como se mantiene la meta de reducción del déficit, esto implica un compromiso de reducir el gasto público en $ 1.700 millones. Reynaud resalta que el rol de pagos del sector público ecuatoriano es de 10 % del PIB, mientras que la norma en la región es como 7 %. Sin embargo, ese mayor gasto no resulta en mejor servicio.

Ese es uno de los problemas claves a resolver: un Estado que gasta a nivel europeo, pero que brinda servicios de calidad africana. Lasso tiene claro que tiene a la vez que reducir el gasto y mejorar los servicios.

Lo tributario es controvertido. El presidente propone un alza temporal para cubrir los gastos de la pandemia, y sugiere que paguen los más ricos. La inclinación es ir por un impuesto sobre el patrimonio durante dos años. El problema es que los patrimonios en el Ecuador, salvo el de los muy adinerados, no suelen ser muy líquidos: casa, carro y deudas con el banco. Es más llevadera el alza temporal del IVA, como en 2016, porque grava lo que uno gasta, o sea, sobre dinero líquido. tAhora tocan las reformas estructurales, que irán empaquetadas en un proyecto a la Asamblea. Y si esta las rechaza, Lasso convocará a consulta, y las hará aprobar mientras silba My Way. (O)