1. Cuando los poetas no se dedican a escribir novelas, las atacan.

2. Es bueno que se ataquen las novelas. Es como exfoliarlas de frivolidad, de soberbia, del número de ejemplares vendidos. Empieza a ser posible preguntarse por el abismo.

3. Mario Montalbetti ataca a la novela cuando puede. Por lo general en entrevistas: “La novela contemporánea es aburrida, fácil e inofensiva”. Pero en su ensayo El pensamiento del poema dice: “La novela es poesía aplicada”.

4. Montalbetti es poeta y lingüista. Chomsky dirigió su tesis doctoral en el MIT. Da miedo a los poetas. No se anda con demagogias.

5. Que la novela sea poesía aplicada no es elogio, tampoco ataque. Es constatación. La poesía tiene la posibilidad de no significar. No hay que ir hasta Trilce ni al último canto de Altazor. Montalbetti va a un poema breve de Blanca Varela en Concierto animal: “mi cabeza dentro de otra cabeza / y más adentro aún / la no mía cabeza”. El poema completo tiene cincuenta y ocho palabras. Montalbetti le dedica un ensayo de noventa y seis páginas: El más crudo invierno.

6. Ciertas novelas quieren significar con énfasis, dar con la verdad, describir una ciudad, construir una nación, indignarse, liberar a los oprimidos (de lo que sea), contar tiroteos y violencia, quién da más. Se encierran en la Torre del Compromiso o suben a los pedestales de la evidencia. La prosa se aplica y se aleja del poema. Lamentablemente.

7. Los mejores negronis de Cuenca son los del Bógoli. No viene a cuento, pero aquí no se trata de revelar ninguna verdad.

Cuenca, la literatura

8. Tieck, en su informe sobre la novela trunca de Novalis, Heinrich von Ofterdingen, dice que la intención del poeta era dedicarse a escribir otras seis novelas más sobre la vida civil, la física, la historia, la acción, la política y el amor. Sobre sus ideas al respecto. Mejor que no.

9. Sin embargo, a Novalis y sus amigos del círculo de Jena les debemos la dignidad de la novela como forma de pensamiento. Schlegel dijo: “Las novelas son los diálogos socráticos de nuestro tiempo”.

10. Montalbetti estuvo en el Encuentro de Literatura de Cuenca la semana del 21 de noviembre de 2022. En un café me preguntó qué novelas se lanzan al abismo en América Latina. Pocas, dije. Las de Onetti, las de Arguedas –él va por El zorro de arriba y el zorro de abajo, yo por Los ríos profundos– y Conversación en La Catedral y La tía Julia y el escribidor (aunque por su tono menor no lo parezca a primera vista), Pedro Páramo.

11. No me gusta mucho Pedro Páramo, dijo Montalbetti. No es una novela, le dije, es una novela.

12. Añadió que se lanzan al abismo Paradiso, de Lezama Lima, Gran Sertón Veredas de Guimaraes Rosa. Suscribo. La pregunta me quedó rondando. Van otras novelas abisales: La muerte de Virgilio, El arrebato de Lol V. Stein, Meridiano de sangre, Los inconsolables, 2666, Los ejércitos, Un soplo de vida, Absalón, Absalón. Hablamos sobre Absalón, Absalón: le dije que toda su forma narrativa está contenida en la repetición del título.

13. Moby Dick, de Melville, por supuesto. La ballena blanca es abisal.

14. “Lenguaje lenguaje no hay”. Cuatro palabras que Montalbetti se hizo tatuar en su antebrazo izquierdo. Amenazó con tatuarse pronto el antebrazo derecho. ¿Con qué otros versos? Suspenso narrativo.

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15. No leí a Montalbetti cuando viví en Perú. En su obra hay un amplio hiato entre libros. Me recuerda el de Westphalen. Recién lo descubrí en México en 2014. En una librería abrí una antología suya y al azar me golpeó un verso: “Hay un río dentro del río / fabricando fiebres delicadas”. No necesité más. Luego me incordiaron sus declaraciones contra la novela. Tiene razón sobre la gran mayoría de ellas.

16. Necesitamos voces críticas como las del poeta peruano. La dignidad de la novela anda por los suelos. Ahora cualquier mamarracho es novela. Una biografía, una crónica, una autobiografía, una recopilación de cuentos, un panfleto de turno: todo quiere pasar por novela. Se llenan de teorías y pretextos para justificar una anticipada genialidad. El resultado: mamarrachos novelísticos. Lo que se debe dejar atrás es la novela realista del siglo XIX, introducir fisuras, fagocitar el ensayo y la poesía, quebrar los narradores únicos y monocordes. Al contar historias, suspender el sentido evidente, apostar por lo imprevisto, que tiemble la composición. Lanzarse a lo poemático y lo abisal.

17. ¿Qué querías decir con eso del río dentro del río fabricando fiebres delicadas?, le pregunté. Yo qué sé, dijo, ¿a mí me lo preguntas?

18. En Ecuador la editorial Ruido blanco publicó una estupenda antología de su poesía: En una lengua rompida. No rota, rompida. Desobedezcan al corrector de Windows. Lean también sus ensayos.

19. Los negronis del Bógoli tienen hielos gigantes. Se pueden beber despacio. Las cúpulas iluminadas de la Catedral de Cuenca recuerdan al Kremlin, decía Montalbetti.

20. La fórmula de Scarselli para el negroni era 1+1+1. Una medida de Gin, de Campari, de Vermut Rojo.

21. Novela negroni: 1 de lenguaje, 1 de ritmo, 1 de composición.

22. Los negronis del Bógoli son 2+1+1. Quiero imaginar novelas en las que la medida aumenta por el lenguaje: novela 2+1+1. También me interesa la variante 1+1+2.

23. Cuando aparece un poeta de verdad, todo lo que crepita en vano se apaga. (O)