La mujer violada que queda vejada y embarazada es una víctima, pero tiene el derecho a arrancarse vivo el fruto de ese acto sexual no consentido por ella, a través del aborto, que es una técnica donde se arranca desde adentro de su útero pedazo por pedazo a su vástago no deseado, el feto, que siente dolor porque está vivo, no le ponen anestesia cuando un aparato va aspirando y arrancando su piel, tripas, órganos, cabeza, cara, dedos, brazos, piernas...; y no puede reclamar sus derechos humanos, no tiene abogados ni asambleístas, ni cortes, ni jueces, ni presidente, ni nadie que lo defienda y le dé una oportunidad de nacer y de ser adoptado por una familia que lo ame.

Los que dictan las leyes del aborto y las permiten, las apoyan, ¿podrán sentirse con la conciencia en paz cuando ven a sus hijos, nietos, sobrinos, o cuando se ven ellos mismos enfermos y corren donde un médico para pedir que los curen o les paren un dolor físico? Es seguro de que no sientan nada en la conciencia y duerman en paz porque consideran que el niño procreado en una violación es malo con su madre y más malo que el mismo violador y, por tanto, tiene que ser condenado a muerte y bien dolorosa, desmembrado.

Todos esos hombres y mujeres que apoyan el aborto un día también van a morir tarde o temprano, ojalá puedan hacerlo en paz y sin dolor y miedo como el que sufre un niño durante el aborto. (O)

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Karol Jaime Ch., Guayaquil