Los males del siglo XXI son depresión, estrés y ansiedad, definidos sintéticamente como exceso de pasado, presente y futuro, respectivamente. Se han agudizado por el efecto pospandemia de coronavirus, de una manera alarmante. A esto se suma –creo yo– el exceso de información que circula en la web; lo cual nos hace vivir de manera volátil y efímera cada día sin una tabla de apoyo, ya no solo se ‘navega’, sino que nos sumergimos, ‘buceamos’ con graves riesgos de naufragar.

La aceleración vertiginosa y las actualizaciones constantes nos hacen perder de vista la esencia, lo permanente, nos desubica y vamos a la deriva en altamar sin un norte y sin una boya a la cual asirnos. El ‘narcisismo 2.0′ con la ‘selfitis’ nos mantiene ensimismados, retraídos, no queremos al mundo real porque estamos en ‘el mundo ideal’ cómodos y placenteros, como en la cueva platónica. La nueva zona de confort es la autorreferencialidad y autocomplacencia.

El término ‘web 2.0′ se utiliza desde el 2003, se refiere a las innovaciones en internet para compartir información dinámica altamente interactivas, como las redes sociales. Y la palabra ‘selfitis’ es el acto obsesivo de tomarse fotos uno mismo para publicarlas en las redes sociales.

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Pero la vida sin esfuerzo cae irremediablemente en el sinsentido porque estamos hechos para el heroísmo, no para vegetar. De ahí, el gran número de pacientes que se han incrementado por estos males silenciosos. El aislamiento ha devenido en una crisis de los sentimientos, están mal vistos, por eso hay que invitar sobre todo a los adolescentes y jóvenes a salir de sí mismos y que vean y toquen el sufrimiento de otros, eso salva de la indiferencia y del anquilosamiento. Parafraseando al Aquinate en lo referente al binomio naturaleza–gracia, podemos decir que lo virtual no anula lo presencial, sino que lo presupone, exige y eleva. Así podremos superar los embates de la tormenta tecnológica que se ha desatado, sobre todo a partir de inicios de este siglo, y poder llegar avantes a buen puerto, siendo el capitán de nuestra propia barca y ayudando a otros a que hagan lo propio. (O)

Cristhiam Carpio Castro, máster en Educación, Daule