Parece de locura, se habla mucho de armarnos contra la delincuencia. Me pregunto si yo, un ciudadano común, ¿podré utilizar un arma frente a un ataque armado sorpresivo de uno o más delincuentes avezados?, ¿terminaré en la cárcel si muere un inocente en el cruce de balas como ocurre con un policía entrenado?

Un ciudadano común con una ira desbordada puede utilizar su arma contra una o más personas desarmadas y convertirse en asesino por saldar un litigio que, en otras circunstancias, son resueltos sin dramas ni tragedias. No somos el héroe que siempre triunfa por su destreza con las armas. Hay que reconocer que la seguridad es un negocio que prospera por la inseguridad real, imaginada o distorsionada, no agreguemos al negocio el ítem ‘venta de armas’. No le quitemos al porte de armas la calidad de marcador de delito, si autorizan su legalidad no podremos diferenciar al delincuente del ciudadano común armado. El ajuste de cuentas no es producto de la pobreza o el desempleo, sino del ‘emprendimiento’ delictivo de la delincuencia organizada, que paga miles de dólares por eliminar testigos y competidores. Están al día las ofertas de seguridad privada, y los operadores de justicia y guardianes del orden indirectamente son parte del negocio; se han convertido en un barril sin fondo con sus demandas. Quienes pagan por seguridad: empresarios, instituciones públicas, trabajadores, ciudadanos son los que por su interés deben administrar los recursos y definir la política de seguridad local descentralizada, por medio de sus representantes en una Corporación de Seguridad Ciudadana. Que la Policía y la Función Judicial bajo su vigilancia y observación realicen las operaciones técnicas de su competencia. Se habla de cárceles congestionadas, de miles de casos con sentencias no resueltas. No sabemos en qué quedaron las crónicas rojas de hoy, ayer, por aquello de que sea la Corporación la denunciante, que haga el seguimiento de los casos, imponga las pautas y exija los resultados. La única en portar armas en la calle es la fuerza pública estrictamente seleccionada, entrenada y educada en valores. (O)

Jorge Falcones Alcívar, médico, Guayaquil