La salud mental por la que está atravesando nuestra juventud debido a la adicción a drogas ilícitas es uno de los mayores flagelos aún no resuelto, agravado por la pandemia de COVID–19, son dos graves problemas de salud pública del Ecuador.

Las enfermedades cerebrales por el abuso de drogas ilícitas son cognitivas crónicas no transmisibles, neurodegenerativas, con cifras alarmantes y aumento en la prevalencia e incidencia adictiva, pasando a ser otra verdadera epidemia, con afectación principal a grupos etarios de adolescentes y adultos jóvenes; con impacto significativo en lo social, económico y sanitario, dejando secuelas. Según datos de la jefatura de la Unidad de Conductas Adictivas del Instituto de Neurociencias de Guayaquil, del 2 al 25 % de la población entre 15 y 40 años de edad tuvo una experiencia con alguna droga ilícita. Los servicios de seguimiento y monitoreo de los centros estatales de recuperación de adicciones se hicieron a través de la telemedicina durante la pandemia de coronavirus, dijo el Ministerio de Salud Pública. Las zonas urbanas superan a las rurales, y en la Costa es mayor la tasa de prevalencia de consumo. La droga más fácil de conseguir es la marihuana en el 15%, y la segunda es la H o heroína en el 8 %. El problema de salud pública es agravado por el funcionamiento de clínicas neuropsiquiátricas clandestinas sin control de autoridades, y por la ausencia de centros especializados con talento humano (psiquiatras generales, psiquiatras forenses, neurólogos, psicólogos clínicos, rehabilitadores físicos) que presten tratamiento integral, precoz, ágil y altamente especializado para evitar el daño cerebral y deterioro de la memoria. El MSP debería realizar una alianza público-privada con el Instituto de Neurociencias de Guayaquil que tiene infraestructura diagnóstica y talento humano. (O)

Jaime Galo Benites Solís, doctor, Guayaquil