El aborto no tiene la cara de una mujer libre, sino la de una madre y un hijo muertos. No solo porque el aborto, literalmente, puede terminar en la muerte de ambos, sino porque condena a la mujer a una vida insípida y muchas veces miserable, llena de amargura, angustia y dolor.

Desde mi experiencia trabajando con mujeres que han pasado por un aborto, puedo decir con convicción, que la salud mental de la mujer está en riesgo. El aborto produce un fuerte efecto en la psicología de la mujer y son numerosos los estudios científicos que lo confirman. Ni legal ni gratuito será un procedimiento seguro. El aborto es la ‘salida fácil’ que propone un proyecto de ley en el que no hay buenas intenciones, el que no defiende a la víctima deja libre a un violador y mata a un inocente; lo que sí hay es dinero que financia estas políticas disfrazadas de derechos sexuales y reproductivos que pretenden mostrar interés por la mujer, y miles de mujeres engañadas, cegadas por el dolor, que creen estar haciendo revolución, cuando solo están siendo marionetas de un sistema que las utiliza. El embarazo deja huella en la mujer, el cuerpo no miente y más allá de los deseos de la madre, empieza a responder ante esa vida que se gesta, incluso antes de que esta llegue a anidar su cavidad endometrial. Solo estudios clínicos sesgados pueden asegurar que el aborto no tiene consecuencias en la salud mental de las mujeres. El Estado tiene el deber de ofrecer a la mujer una mejor alternativa que la de matar a sus hijos. (O)

Rebeca E. Romo Vidal, Quito