Nuestro país es pequeño físicamente, pero después de ser despojado por el artero vecino nos quedaron grandes recursos naturales, agropecuarios y capital humano; sin embargo, existe una latente polarización política por la pugna entre quienes ven intereses particulares y aquellos que consideran necesario el desarrollo del país para bienestar de todos.

Lo grave es que la gestión pública se ha convertido en un medio de hacer fortuna a la brevedad posible, y aunque hubo gobernantes que han tratado impulsar el progreso nacional, no han faltado quienes se aprovechan para lucrar de los fondos públicos. En las últimas elecciones el país escogió un sistema económico de iniciativa privada; sin embargo, el Gobierno actual debe responder a las necesidades sociales de las mayorías populares, cumpliendo las ofertas de campaña como el libre ingreso a la universidad, dado que no hay cupos ni recursos suficientes. No se pueden aún resolver los problemas en cien horas ni en cien días, porque el gobierno anterior dejó el país devastado por la incapacidad y la deslealtad con sus electores que votaron por un programa, y se aplicó otro, y con la pandemia se produjo un desfase económico y social cuyas consecuencias están a la vista. (O)

María Anunzziata Llerena Naranjo, ama de casa, Guayaquil