La ambición de vender más productos farmacéuticos y la aceptación mercantil de los medios televisivos han dado lugar a que se receten fórmulas ‘mágicas’ para ‘calmar’ los síntomas del dolor, la fiebre, la diarrea y otras más que escucha el televidente y las adquiere en forma inocente.

Pronto se ofrecerá algún medicamento para ‘cura rápida’ del cáncer y se subestimará y evitará la clásica consulta médica, al oncólogo, urólogo, ginecólogo, dermatólogo. Y ello equivaldrá a un mercado similar al de vender por la televisión jabones, refrescos, pastas dentales o hamburguesas. La pregunta es ¿para qué sirven los laboratorios farmacológicos, la investigación, la experimentación y la aprobación del medicamento en instituciones colegiadas antes de ser expuestos los medicamentos al mercado? Pasaron siglos para que la medicina reduzca la mortalidad infantil y alargue la expectativa de vida a nivel mundial. Sería un retroceso de la ciencia, y que la tecnología motivada por la información artesanal se vuelque a la publicidad por televisión con ventas de pomadas, elíxires y menjurjes para ‘aliviar’ solamente síntomas. Como ejemplo, un simple dolor de cabeza puede ser el primer aviso de un aneurisma o de un tumor cerebrales, un dolor en el cuello puede ser causado por un infarto del corazón, una obstrucción intestinal puede esconder una torción, una trombosis; manchas de la piel son sospechosas de tumores, herpes; secreciones genitales masculinas y femeninas corresponden a una gama de patologías que no se curan con recetas de la televisión. A lo expuesto se suma la automedicación de quien visita la farmacia y consulta al vendedor lo que tiene para comprarle y tomar para sus males. En países desarrollados no se vende un antibiótico sin receta médica. El hábito muy nuestro de automedicarnos puede también ser motivo de sorpresas en la salud del enfermo, quien termina en la clínica con la enfermedad avanzada. Desafortunadamente aún no disponemos de estamentos legales para el control de estas ferias televisivas de fármacos ni para la venta sin receta de medicamentos especiales. Es más, por una parte se promueven gaseosas, dulces y alimentos que producen desde obesidad hasta lesiones gástricas, renales o hepáticas; y por otra parte se ofrecen productos populares que ‘alivian malestares’, pero pueden soterrar múltiples afecciones, por ejemplo, ‘tabletas’ para anginas de pecho, cuando dicha angina puede ser precursora de un grave infarto cardiaco. (O)

Wilfrido Guillermo Álvarez Domínguez, doctor en Medicina, Quito