En el centro de la ciudad, Urdesa y Kennedy es copiosa la presencia de migrantes de países vecinos, que piden caridad o son informales, y de menesterosos, adictos y delincuentes.

Mujeres solas y niños, familias, parejas con bebes, hombres solos, chicas mulatas y algunas rubias desarrolladas de 13, 15 años y mujeres más mayores de 28, 30, 38 años arregladas, maquilladas, peinadas, con licras, pantalones a la cadera largos ajustados, pantaloncitos cortos, camisetas ceñidas, etc., venden agua, jugos, galletas, caramelos, chicles, pasteles, etc. Otros piden dinero, tienen cartones con palabras sobre desempleo, hambre, enfermedad, pobreza, etc. O en la vía pública cumplen con repertorios de canto con micrófono y parlantes, de malabares, de bailes (...), y piden propinas. En los parterres, las veredas, los portales de construcciones vacías, algunos migrantes descansan, duermen, comen, acuestan a sus hijos y mascotas sobre colchas. Y hay menesterosos, ebrios, drogados, rateros. ¡Quién controla! (O)

Pedro Rodríguez, Guayaquil