Estamos atrapados con excesos de telenovelas y películas en horas inapropiadas, casi todas con guiones de infidelidades, insinuaciones sexuales, maltratos, delincuencia, crímenes, suicidios, encarcelamientos, sufrimientos, alcoholismo, drogadicción, conductas malsanas que van dejando mensajes de frustraciones, corrupción y violencia.

De todo este enjambre turbulento quedan huellas nefastas en la mente de niños y jóvenes, que por el ocio del encierro pandémico están más cercanos a la televisión y las redes. Hay niños que a los 4 o 6 meses ya tienen celular o tablet con ‘entretenimientos’ para ‘tranquilizarlos’. Resulta que dicha tranquilidad termina cuando le retiran el aparato y comienza el berrinche, llanto, pataleo que enloquece a la madre o al padre, y deciden dejárselo para que se calme y no moleste. Allí comienza lo que se convertirá en una atracción hipnótica, adicción, determinante en el comportamiento intolerante. Niños y jóvenes con baja tolerancia desarrollan conducta colérica y violenta. Ahora mismo vamos a dependencias públicas, bancos, centros comerciales, restaurantes, clínicas, hospitales, etc., nos topamos con gente agresiva: gritan, producen escándalos. Estamos viviendo momentos de tristeza y dolor, ¿para qué agregar más leña al fuego? Es preciso hacer un entrenamiento del carácter tolerante para elevar nuestros niveles de comprensión y lograr un saludable estado de conciencia y convivencia.

A las personas que padecen enfermedades catastróficas, los médicos recomiendan a sus familiares brindarles calidad de vida; este sano consejo debería ser para todos, pues a nivel planetario estamos en una crisis sanitaria catastrófica y necesitamos fortalecer nuestras defensas orgánicas con adecuadas actitudes emocionales para mantener equilibrio mental, corporal y espiritual. (O)

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Fernando Héctor Naranjo Villacís, periodista, Guayaquil