Deseo empezar estas cortas líneas de la carta presentándome como un profesional de clase media, de una formación católica, formado con bases y principios por mis padres, reforzados con mis maestros y con un núcleo familiar estable.

El día de hoy quiero incorporarme como un ciudadano que cansado y hastiado de la corrupción implantada en los gobiernos anteriores, de quince años atrás, decidí junto con gran parte de mi familia volcar nuestras esperanzas en días mejores y por eso entregamos nuestro futuro mediante el voto popular a don Guillermo Lasso Mendoza.

Si bien es cierto que un año resulta prematuro para poder calificar su gobierno, también es claro que ahora esa mayoría que lo catapultamos al Palacio de Carondelet estamos sumergidos en un letargo que nos lleva a reflexionar si vivimos una etapa de decepción o de desencanto. Realmente de todo corazón espero que sea lo segundo, ya que siendo así, aún se puede enderezar el rumbo del país y evitar caer en lo primero.

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No es menos cierto que al presidente de la República le ha tocado tratar de enderezar el timón de un barco que está a la deriva, pero, ojo, el tiempo es inefable y el pueblo noble estamos cansados de ver y oír, día a día, las noticias por los medios de comunicación que son escalofriantes, nos ponen a dudar de si regresaremos con vida o no al término de nuestras jornadas de trabajo, o peor aún, si nuestros hijos y nuestros seres allegados serán víctimas del crimen organizado que se ha tomado nuestro país.

¡Por favor, señor presidente, amarrarse bien los pantalones, actúe con mano firme...! ¡Disculpe mi léxico, pero el clamor es general y yo formo parte de dicha generalidad!

Quedo a la espera de días mejores.

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Dios ilumine al señor presidente. (O)

Kléber Izquierdo Velásquez, cirujano plástico, Guayaquil