La gran mayoría de los últimos gobiernos del Ecuador no han comprendido ni visualizado que el ferrocarril es progreso, que tiene relación y amalgama e integra lo antiguo con lo moderno. Hay que entender que mantener la línea ferrocarrilera significa comercio, transporte de carga y turismo, con seguridad, sin contaminar, que comunica las provincias.

El ejemplo de Correa en su rehabilitación ferroviaria costó 360 millones de dólares, el tiempo demostró que su obra fue muy mala, y Moreno quiso liquidarla y rematarla mediante el decreto número 1057 del 16 de junio de 2020. Con estos antecedentes, algunos dirigentes ferroviarios se reunieron para tratar el problema de la crisis del tren. Hay varias alternativas para la rehabilitación, que están en el portafolio de las inversiones que fueron ofertadas en el foro internacional de negocios “Ecuador Open of Business”. El ferrocarril no se vende si no que se concesiona. Uno de los proyectos que más interés ha generado es el ferrocarril multipropósito, entre los inversionistas de empresas rusas, peruanas y americanas como la Realice Rail International, cuyo representante William Still ya presentó una carta en el 2019, sin respuesta, por la lenta burocracia del gobierno anterior. La esperanza está fincada en el presidente Guillermo Lasso, especialista en inversiones, podría desarrollar el proyecto con el Ministerio de Transporte. Por otra parte, el programa no tiene costo para el Estado, este estudio es claro para crear un sistema logístico ferroviario con una inversión de 2.047 millones de dólares en 1.525 kilómetros, para completar cuatro rutas, con una concesión de 35 años. Por tanto, poner en marcha el ferrocarril será poner un motor de desarrollo a través una gestión sostenible permanente y técnicamente adecuada. Encender el ferrocarril será participar y recordar los sueños e ilusiones del Ecuador. (O)

Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil