En política, las mentiras son la fuente de la ingobernabilidad, otorgan más crédito al cinismo que se transforma en ‘mentirocracia’.

Con un expresidente que hizo una carretera–puente que no va a ninguna parte, que la inauguraron como carretera de enlace fronterizo; con ese ‘ex’ se oficializó la mentira como política de ese gobierno. Otro ‘ex’ mencionó que comía arroz con huevo y le importaba un bledo el país, y un sector minoritario de la prensa calló, disimuló tamaño ultraje a la nación haciendo pasar como chistecito. Esto es solo un botón de las tropelías que sucedieron en escalada, que dejaron en sometimiento al pueblo. La democracia es inexistente cuando la mentira está por delante de la razón y el pueblo confirma en carne propia que son mentiras, pero los ‘opinólogos’ tratan de obligar a creerlas válidas. Los mismos que han mentido, osan preguntar, ¿por qué llegamos a esto?, ¿cuándo se perdió el país?, ¡hipócritas! Si prometemos y no cumplimos, el riesgo de despersonalizarnos queda expuesto. El don de la palabra es hombría, franqueza, lealdad, respeto a la sociedad. Eso no tiene sentido al ir posponiendo los problemas nacionales, pero políticos por oscuros intereses no quieren aplicar soluciones. ¿Qué recibe el pueblo?, miseria. (O)

César A. Jijón Sánchez, Daule