Durante 40 años de labor docente participé de los lunes cívicos que se realizaban en los planteles, donde los profesores y estudiantes cantábamos el himno nacional, llenándonos de amor a la patria.

Los niños cantaban con la mano derecha sobre el pecho, con fervor cívico. Me hacían sentir que vivía en el mejor país del mundo, tierra bendita y fértil donde los alimentos nunca faltaron ni en tiempo de pandemia. Laborábamos en armonía. He vuelto a escuchar el himno nacional a ciudadanos clamando paz y sentí tristeza, ¿qué pasó, qué cambió, de dónde sale tanto odio?, ¿por qué nos destruimos?, ¿dónde están los ecuatorianos amantes de la tranquilidad? El odio causa daño, secuelas grandes, desamor. Existen problemas, lo reconocemos. Busquemos la manera de llegar a acuerdos, soluciones, salidas en paz. Seguimos en pandemia, Dios permite seguir de rodillas agradeciendo su bendición. El sufrimiento que tenemos por los muertos de COVID–19 debía volvernos sensibles, comprensivos ante las adversidades y los problemas; sin embargo, estamos en caos, manifestaciones, violencia. Los niños, jóvenes y ancianos están nuevamente confinados, primero estaban por la pandemia, ahora lo hacen por la violencia del hombre, la delincuencia en el paro. ¿Qué pensarán los niños dado que les quitamos el derecho de ir a la escuela, ir al colegio para estudiar y jugar?, los veo por las verjas, están encerrados en las casas. El país volvió a la paralización. Dios bendiga a Ecuador. (O)

Alicia Carriel Salazar, profesora jubilada, Guayaquil