Todas las ciudades tienen sus características, sus hábitos sociales, sus personajes, etc. En el sector donde resido –Entre Ríos– me crucé con un afilador de cuchillos, tijeras, etc., que lleva una especie de carretilla y se anuncia con un silvato especial, lo que me trajo recuerdos de la infancia y la adolescencia en la ciudad de Guayaquil.

En los años 50 y 60 había algunos pregoneros, como los chicos que soldaban recipientes metálicos y gritaban: “¿Hay qué soldar?”, o el que vendía kerosene y lo anunciaba a viva voz, así como los carboneros que llevaban su mercancía en carretillas y además de gritar tenían un aro de vehículo, para golpear con otro metal. Igualmente había los panaderos, como uno que salía por las tardes con dos canastas grandes anunciando el buen pan, y si pasaba alguna fémina ‘rotunda’ (gruesa), decía con mucho énfasis: “¡Qué rico pan!”.

Así por el estilo, se agolpan los recuerdos de mi ciudad, con sus personajes y con locales de comercio de esa época, como los almacenes Bay Rum, y Productos Valo, que estaban en la calle Boyacá.

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En esas épocas para las fiestas patrias o fin de año, la calle Boyacá se llenaba de las consabidas ruletas, que desaparecieron no sé si por prohibición o por sí mismas.

A veces comentamos los viejos amigos sobre estas tradiciones cuando nos reunimos y conversamos por el WhatsApp, debido a la pandemia. (O)

Jorge Franklin Chambers Hidalgo, abogado, avenida Samborondón