Queremos un país armonioso y del encuentro, pero nos encontramos con asaltantes; aspiramos un mejor lugar para vivir, pero muchos niños y jóvenes consumen drogas; custodiamos ruinas de algunas gasolineras, pero no supimos proteger el radar antidrogas de Montecristi.

El crimen organizado se ha perfeccionado y escaló el temor en mandos medios y altos. Tenemos sicarios extranjeros que cobran para matar en lugares públicos sin ser detectados y capturados; esto mejora sus hojas de vida delincuencial y tarifas.

El miedo es el arma poderosa para controlar a las masas. Asustar a un juez, fiscal, policía..., basta solo con enviarles una foto de su hijo, nieto, en un sobre a sus despachos, viviendas. Se necesita un nuevo cuerpo legal que proteja la identidad de jueces, fiscales, comisarios, intendentes, policías... Estamos en una guerra desigual contra el crimen organizado.

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Delincuentes de hace 20 años no mataban niños, ancianos ni mujeres embarazadas; ahora se mata a todos. Ecuador necesita más cárceles de máxima seguridad; nuestras cárceles no rehabilitan, pudren las mentes, perfeccionan el crimen, corrompen más a presos y a guías penitenciarios.

Tenemos miles de delincuentes, incluidos consumidores y traficantes de drogas que roban todo lo que se les cruce en las calles de Ecuador, y por otro lado tenemos millones de ciudadanos indefensos, sin armas, colocando más rejas y cámaras en domicilios, negocios, etc. Estamos en emergencia, deben destinar recursos, mejorar y ampliar las cárceles, endurecer las leyes, ya que policías cumplen –incluyendo derramamiento de su sangre y muerte–, con capturar diez veces al mismo ladrón y criminal. La Asamblea Nacional debe trabajar en la seguridad ciudadana.

No sigamos distrayéndonos y viviendo sin la opción a la paz. (O)

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Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Comunicación, Guayaquil