¿Por qué pedimos en abril en la última Semana Santa?¿Por el deseo de celebrar un final de pandemia de COVID–19? ¿Por el buen tiempo y la sed espiritual que ha estallado tras ser comprimida?...
Somos, por naturaleza, espíritu y materia y, además de pan, necesitamos de la espiritualidad para evitar un vacío existencial que puede ser asfixiante.
No nos engañemos, necesitamos a Dios y hay muchos que lo encuentran tras largos años de alejamiento de su amor y de la Iglesia.
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Impactantes estos testimonio en internet de una enfermera abortista que se convierte, o el de Marcela, sin fe, herida por las drogas y amargada, deprimida por practicar reiki y masonería, entre otros muchos.
Muchos buscan llenar su vacío con cosas; pero las cosas nunca llenan, experiencia que relató muy bien san Agustín: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que te encuentra (…). ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y siempre nueva! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (…), rompiste mi sordera, brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera”, (Confesiones I, 1).
Podemos contemplar, fuera del templo, esas heridas sanadoras del Dios crucificado y suplicar su misericordia, de la que tan necesitados estamos todos, nosotros..., y el mundo entero. (O)
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Josefa Romo G., España