Se ha hecho costumbre en el país que cualquier persona aduciendo que tiene que obtener ingresos para subsistir instala negocios o en la vía pública tiene caramancheles, carretillas, comedores, ferias, etc., con equipos sonoros o con parlantes para llamar la atención.

En las ciudadelas, los barrios, del norte y sur de Guayaquil, no existe un sector que se salve de esta ‘invasión’ de vendedores de frutas, artefactos dañados, agua de coco, servicios de operadoras telefónicas, etc. Es tal el ruido que los ciudadanos claman la intervención municipal o del Ministerio del Medio Ambiente, porque en algunos hogares existen enfermos, niños, adultos mayores, y el ruido altera el sueño, la estabilidad psíquica.

El ruido de los parlantes y las bocinas se escucha desde la mañana hasta la tarde, está ocasionando sordera.

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Así como la Alcaldía de la ciudad de Guayaquil, la Prefectura de la provincia del Guayas y otros organismos públicos se preocupan del bienestar ciudadano, deberían hacer campañas contra el ruido que está afectando el medioambiente y al equilibrio emocional de los ciudadanos; apliquen la ley contra el ruido, caos, vigente para estos casos. (O)

Milton Julio Abad Rodríguez, Guayaquil