Hace un par de días, un grupo de militares armados de Afganistán hacía disparos al aire, no precisamente para recordar el aniversario del regreso de los fundamentalistas al poder en ese país. Lo hacían para desalojar a un pequeño grupo de mujeres que se había congregado para manifestarse contra las medidas restrictivas y la prohibición, entre otras cosas, de estudiar, pidiendo libertad, educación y comida.

El 15 de agosto se cumplió un año de la nueva irrupción del régimen talibán en Afganistán. Desde entonces se ha agravado la crisis económica y es claramente visible el retroceso del país en la defensa de derechos humanos, que amenaza la supervivencia de cerca de 24 millones de personas en riesgo alimentario. Los talibanes son un gobierno sin reconocimiento internacional que se tomó el poder casi sin resistencia del pueblo afgano. Las promesas de apertura y flexibilidad de los fundamentalistas no se han cumplido y el control talibán se ha ensañado mucho más contra las mujeres. Se cerraron las escuelas secundarias femeninas, volvió la obligatoriedad del uso del sharia, está prohibida la música no religiosa y cualquier imagen en que una mujer aparezca sin velo. Los talibanes de ahora están mucho mejor equipados, tienen acceso a tecnología, smartphones o teléfonos ‘inteligentes’, la información les llega de inmediato sobre escuelas clandestinas de mujeres. Las nuevas estrategias de castigo a las mujeres afganas es promover a los hombres (padres, maridos, hermanos) que puedan infligir castigos físicos a sus mujeres si no cumplen las normas, o si salen de casa sin permiso o solas. Ahora la amenaza para las mujeres afganas no solo está fuera de casa, sino dentro de sus propios hogares. Abrir las puertas de escuelas, colegios y universidades, dar facilidades para estudiar y certificarse profesionalmente, es el llamado que hacen las valientes mujeres afganas a los países de acogida y a toda la comunidad internacional. Y sobre todo, que aunque no salgan todos los días en las noticias ni lleguen a otros continentes, por ejemplo, a América Latina ni a mi país el Ecuador, no quede en el listado de países olvidados. (O)

Andrea Mora Dávila, abogada ecuatoriana, Madrid, España