Por ser parte de la esencia de nuestros sentidos, la música, el baile, se han acondicionado desde los ignotos tiempos como algo trascendente en nuestro ser dentro del componente de un grupo, o de una pareja, que se animan a realizar una bailada. No hablo de la danza que se efectúa con pasos debidamente ensayados bajo una coreografía determinada, sino de aquella manifestación de alegría popular que encontramos en fiestas patronales en pueblos, barrios, así como en domicilios, lugares, donde se homenajea a familiares, amigos, por diferentes motivos.

La motivación es lo de menos, lo importante es la predisposición social de quienes organizan y son los anfitriones de esos actos que se realizan de una manera para confraternizar y compartir con nuevas amistades; además, unir a las familias, con alegría y respeto.

Bailar es algo sublime entre parejas, no es que censuro, pero en ciertas ocasiones se contradice el sentido mágico del baile. Un ejemplo es con el reguetón o perreo, en los cuales los jóvenes se permiten realizar ‘movimientos sexis’. Si a los jóvenes les agrada y lo toman como diversión con inadvertidas consecuencias dañinas en las que pueden tornarse, depende de ellos su cultura, educación y si rebasan el límite de lo sexual.

Publicidad

Centrándonos en la salsa, el merengue, la cumbia y el vallenato, observo a varones que se sobrepasan bailando tales ritmos con movimientos extravagantes que dejan a la compañera sin atinar a acompasar estos desbordantes requiebros; lo cual es pésimo. Lo gentil y armonioso del baile es realizarlo en pareja y que el varón facilite que la dama se luzca; que resalte su presencia, donaire, carisma; esa es la posición gentil del varón. El resultado de lo primero es que algunas damas se niegan a hacer de pareja con un ‘expedito bailarín’ y ahí surgen problemas, peleas, insultos; eso es común en fiestas de pueblos, barrios; en los bailes en casas es infrecuente debido a que los invitados y dueños del festejo tienen cierta educación que los inhibe a portarse groseros, guardan el talante de la compostura al bailar. Es imprudencia bailar y bailar sin dejar espacio para que otros bailen.

Este pequeño comentario está concebido como un recuerdo a una norma de conducta olvidada, el respeto en el baile; jamás pretende ser un consejo porque cada uno de nosotros tenemos derecho de ser y comportarnos como mejor nos parezca, siempre y cuando respetemos al derecho ajeno. (O)

César Antonio Jijón Sánchez, Daule