El país entero en esta época de transición está volcado a la reapertura de la economía, pero también a combatir los efectos nefastos de esta nueva ola de cepas del COVID y contagios que nos han puesto repetidamente en el encierro colectivo (en teoría).

El Gobierno tuvo el tiempo suficiente para fortalecer y ampliar los precarios sistemas de salud. Deberíamos impulsar las áreas investigativas a través de las universidades, los centros de salud, los laboratorios públicos y privados, las clínicas, los hospitales, etc.; tal como lo hacen otros países y como lo hacíamos con el Instituto Nacional de Higiene Leopoldo Izquieta Pérez, en Guayaquil, que hoy está extinguido.

Las áreas que manejan las estadísticas, así como la capacidad de respuesta a las emergencias en Ecuador sucumbieron frente a la pandemia del COVID-19, llegando a ser como país, noticia, por la desorganización, ineficacia y corrupción desatada en el interior del sistema de salud pública. Apenas no toda la población ha recibido la vacuna en la primera dosis. Mientras tanto el virus sigue matando, mutando y adquiriendo mayor resistencia. La empresa farmacéutica estadounidense Pfizer ha dicho que probablemente sea necesaria una tercera dosis.

Publicidad

No sabemos si se está rastreando a todos quienes recibieron la vacuna, o si disponen de los datos para contactarlos. Urge modernizar caducos sistemas de la salud pública, desarrollar un verdadero plan estratégico estadístico, mejorar la investigación con herramientas de alta tecnología a fin de disponer de información básica para la toma de decisiones, invertir para combatir el coronavirus; construir una infraestructura sólida que aglutine y coordine todos los servicios de salud, de suerte tal que los ecuatorianos estemos a salvo en esta y en las pandemias que vendrían. (O)

Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues, Cañar