Si hubo o no fraude, no nos compete analizar, pues no disponemos de pruebas documentadas, más allá de lo que denuncian. Creemos que el CNE no debió divulgar en tan poco tiempo el conteo rápido, pues los rangos de error aceptables pueden –como en este caso– ser más amplios que los empates técnicos, máxime si consideramos que los resultados de las encuestas a ‘boca de urna’ habían establecido un orden de preferencias diferente.

En este particular caso, independientemente de los resultados oficiales, ambos se creen ganadores, ¡y entran en una disputa pública que enerva los ánimos! El margen de error tolerable en una encuesta es del 3% (+/-); si los resultados de los conteos rápidos están dentro de este rango, ¡no se los publica! Es más, nunca deben publicarse. Si en una elección, los candidatos, sabiéndose perdedores, anuncian previamente fraude, mucho más pasionales actúan si se dan los empates técnicos; y ahí el organismo electoral (con o sin razón) es el que lleva la peor parte. La reyerta pública y descarnada de estos días entre los ‘segundos’, evidentemente conviene al primero. Divide y reinarás, sentencia la filosofía popular, y en este caso solitos (los Yakus y los Guillermos) están divididos. De esto se dieron cuenta y habían optado por saldar diferencias y juntos verificar resultados en el marco de la ley, incluso para justificar ante sus huestes una eventual derrota. En todo proceso electoral intervienen subprocesos que van desde la cuestionable selección de candidatos, la torcida e injusta forma de financiar campañas hasta el sensible y suspicaz conteo y reconteo de votos; y si se suma la disputa de miembros del organismo electoral, la desconfianza en el proceso puede traer consecuencias graves. A nosotros, desde acá, no nos queda otra, que mirar los toros de lejitos. (O)

Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto; Azogues, Cañar