¿Recuerdas a esa persona que te causó daño sin razón aparente? Esa persona que no pudo verte brillar porque le carcomió la envidia. A quien te puso en mal y fingió que no hizo nada. Que envenenó a los demás. Que inventó cosas que nunca hiciste y dijo cosas que nunca dijiste.
Mejor tenle compasión, porque esa persona aunque se vea normal por fuera, realmente está pudriéndose por dentro. Es verdadero. Comprendo que la gloria humana es pasajera y al final todo cae por su propio peso, así es y así será por siempre. Que tu brillo nunca se opaque con las habladurías, ni tu corazón se ponga triste por la envidia, porque Dios te cuida y bendice. (O)
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Kléber Barragán Hernández, licenciado en Periodismo, Guayaquil