Cada vez que podamos llegar al mes de diciembre y también, por su proximidad, a festejar otro año nuevo más, demos gracias a Dios por la vida, la salud, el bienestar y por el gozo de compartir nuevamente una de las fechas más emocionales y espirituales como es la Navidad.
Como es de conocimiento, en este tiempo se ve, se escucha y se siente la algarabía, el movimiento, el esplendor y el destello de las luminarias. En la gente se nota a flor de piel la amabilidad y la cortesía. No hay otra época igual porque la connotación especial es de festejar el advenimiento de Jesús, quien entregó su vida en la cruz por nuestras debilidades.
Constituye la mejor ocasión para superar las diferencias entre los familiares que guardan resentimientos y enojos por mucho tiempo, lacras que solamente traen dolor y enfermedades. Es el momento propicio también para buscar a los amigos con quienes nos hemos distanciado, tomar la iniciativa es tener nobleza en el corazón y reconocer nuestros errores es una bendición. Es el período para realizar un análisis de nuestro comportamiento, actos y forma de ser, como padres de familia, funcionarios públicos, dirigentes empresariales y todos los que tenemos responsabilidades y anhelamos un mejor futuro para el país. Es el mejor momento para abrir nuestro corazón y ayudar al necesitado, de demostrar cultura y educación, de cumplir con las leyes y el respeto a los derechos humanos, de abrigar la esperanza de que si nos unimos todos por el bien común llegarán tiempos mejores.
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Me sirve la oportunidad para desear de una vez a los ecuatorianos una feliz Navidad y un venturoso año 2023; en especial a los directivos y trabajadores de Diario EL UNIVERSO por permitirnos llegar a los ciudadanos con nuestras opiniones a la sección Cartas de lectores. (O)
José Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil