La salud es una armonía entre las partes del cuerpo con el medioambiente; es parte de una vida sana. La práctica de la medicina en la era tecnológica plantea más cuestiones, como curar y cuidar a los pacientes respetando su dignidad, cómo usar la tecnología al servicio de la humanidad, respetando la dignidad de la persona, garantizando los derechos y la autonomía, planteándose los límites de lo terapéutico o las fronteras entre terapia e investigación.

La relación, el vínculo médico-paciente-familia, debería empezar con la comprensión del paciente y la familia de que el ser humano es muy frágil y finito; cumple un tiempo de vida en la Tierra y después parte hacia la eternidad. El médico no es culpable de la enfermedad, sino un simple compañero en la enfermedad, y es mal remunerado emocionalmente por pacientes. La falta de cultura hace ver al médico como un ser superior, “semidios” que puede salvar al paciente de la muerte, y no entiende que es un simple mortal igual que él, con conocimiento de medicina que intenta curar enfermedades. El paciente debe estar siempre bien informado de la severidad de su enfermedad y de la expectativa de vida para hacer consciencia de su enfermedad. La familia también tiene que entender que el médico lucha por recuperar la salud, que se quebró muchas veces por causa del paciente. Se necesita de mucha lucidez para asumir que a menudo las enfermedades no se curan, y capacitarse para convivir con la enfermedad. Para curar hay que acompañar, y acompañar es curar; por eso, la medicina se llama tradicionalmente el arte de la benevolencia. Este enfoque también incluye el arte de cuidar la salud, la alimentación y el ejercicio para prevenir enfermedades. (O)

Jaime Galo Benites Solís, clínico intensivista, avenida Samborondón