La elocución “No hay un plan B porque no hay planeta B”, manifestada por Emmanuel Macron, resulta para algunos un poco perturbadora y para otros enciende las alarmas a nivel mundial. Las naciones hegemónicas en su afán de contener los graves efectos del calentamiento global, poco o nada han contribuido en este sentido al Acuerdo de París, que busca combatir el cambio climático acelerando las acciones para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono.

¿Hasta qué punto la palabra es cierta? Las cifras demuestran lo contrario, la temperatura mundial supera el 1 °C de los niveles preindustriales y se prevé en el 2024 que supere el 1,5 °C; la temperatura media ha alcanzado el 0,2 °C cada decenio. Las acciones encaminadas por el acuerdo internacional han quedado más en promesas que llevadas a la acción, no hay coherencia en la praxis; no obstante, existe un planteamiento de ‘clima neutro’ para el 2050, aunque esta solución no es del todo paliativa. No todas las naciones tienen el suficiente recurso financiero y tecnológico, a eso le sumamos la imperceptible capacidad de ejecución de las medidas resilientes y de adaptabilidad. En algunos medios internacionales, la reconocida activista y periodista Naomi Klein manifestó textualmente: “La cumbre del COP21 de 2015 fracasó incluso antes de empezar, por obviar las palabras combustible fósil, acotando que los países afectados por el cambio climático no podrán demandar por daños y perjuicios”; esto evidencia la falta de compromiso y responsabilidad. Frente a esta problemática, me pregunto ¿qué estamos haciendo por nuestro planeta? Es corresponsabilidad de todos los actores sociales lograr las sinergias, a fin de poder ejecutar programas que logren minimizar la degradación ambiental. El futuro del planeta está en nuestras manos y es nuestro deber cuidarlo con responsabilidad y conciencia ecológica, seamos parte del cambio. Recordemos que no hay planeta B. (O)

Vicente Mera Molina, arquitecto, Portoviejo, Manabí