En días pasados fui testigo de un accionar realmente indolente por parte del personal de la ambulancia de una ‘benemérita’ institución, cuando luego de un accidente de tránsito de un automóvil con una moto había dos heridos.

Cuando me acerqué a preguntar si necesitaban ayuda, pues soy médico, la respuesta de uno de los ‘paramédicos’ fue que no necesitaban ninguna ayuda, que ellos sabían lo que hacían. El detalle estaba en que tenían al herido más grave, simplemente acostado en la ambulancia, mientras los caballeros hablaban por teléfono; la otra persona herida se encontraba tirada en la calzada quejándose de dolor. Les sugerí que con una camilla rígida y un collarín la colocaran en por lo menos la vereda, y al otro herido lo trasladaran ya al hospital; la respuesta fue que no podían hacerlo porque esos eran los procedimientos y debían esperar a la otra ambulancia para trasladarlos. Cuando llegó la otra ambulancia, 25 minutos después, y procedían a movilizar a la otra persona herida, les indiqué que los procedimientos mínimos para movilizar a un herido eran colocar un collarín para prevenirle lesiones posteriores; la respuesta fue ‘nosotros sabemos lo que hacemos’. En cualquier parte del mundo al herido se lo traslada enseguida a un hospital y se le prestan las medidas mínimas para paliar su dolor; aquí, no sé quién entrena a estos caballeros, pero Dios nos salve si alguna vez (el Señor no quiera) tengamos un accidente y seamos atendidos por estos indolentes paramédicos. (O)

Jaime Patricio Uquillas Jaramillo, doctor en Medicina, Guayaquil