Hubo personas que mal interpretaron al papa Francisco, quien afirmó que “los ladridos de la OTAN en las puertas de Rusia despertaron la ira de Putin”. Más que la ira, podría ser el temor de una mayor amenaza o a perder su posición de influencia en Ucrania, lo que equivocadamente lo llevó a su precipitada decisión de invadir para asegurar su lealtad o neutralidad.

Henry Kissinger, experto internacional, coincide con el papa Francisco; viene manifestando lo mismo en diferentes oportunidades desde la disolución de la Unión Soviética. Lo hizo en forma premonitoria de no poner a las antiguas naciones en contra de la república rusa. Ucrania fue parte integral de la Rusia de los zares desde hace casi cuatro siglos. En el año 2008 advirtió sobre la inconveniencia de admitir a Ucrania y Georgia en la OTAN. En el 2014 volvió a insistir que Occidente no debería admitir a Ucrania, sería como poner misiles y tropas enemigas a muy poca distancia, solo 450 kilómetros de Moscú. Una situación similar a lo que sucedió con Estados Unidos durante 1962 con la crisis de los misiles en territorio cubano, que gracias a la entereza de Kennedy y a la madurez de Kruschev, se evitó una confrontación nuclear. Kissinger sugería que Ucrania debía ser mantenida como país neutral como lo era Austria, Finlandia, Suecia. Hoy están anunciando la pronta incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN, lo cual, seguro, no ayudará a disminuir las tensiones en la guerra o el enfrentamiento con Occidente. No es momento de posiciones desafiantes por más equivocado que esté el señor Putin. Tampoco se debe atacar al papa Francisco por una declaración que tiene mucha sinceridad y reconocimiento de un error de parte de la diplomacia occidental, que en vez de buscar los mecanismos de distensión alimentaron los temores e indispusieron, aún más, a las partes beligerantes. La intención del papa es suavizar los ánimos y estar listo para una oportuna y efectiva mediación. (O)

Luis Arsenio Villacrés Smith, ingeniero comercial, Guayaquil