Los suelos son la base de la agricultura y de nuestro sistema alimentario. Su buena salud garantiza una producción sostenible de alimentos y el futuro de nuestro planeta. Además de contener una gran biodiversidad, son claves para la mitigación del cambio climático. Bajo nuestros pies tenemos un ser vivo oculto, que demanda nuestra atención. Por eso, en el Día Mundial del Suelo (se conmemoró el 5 de diciembre), debemos reflexionar sobre su gestión sostenible. Esto incluye métodos como rotación de cultivos, labranza mínima, uso de cultivos de cobertura, aplicación de materia orgánica y uso de fertilizantes minerales eficientes, con baja huella de carbono.

Hoy se estima que un tercio de los suelos en la agricultura están degradados, lo cual genera pérdidas de productividad, capacidad reducida de retención de agua y menor captura de CO2. Lo que algunos desconocen es que una nutrición inadecuada de cultivos deteriora el suelo. Cuando se cosechan alimentos, los nutrientes se extraen de este, y si no se reemplazan, su salud disminuye. Por eso, las prácticas de agricultura regenerativa deben integrar los análisis de suelo como base para usar racionalmente los recursos y aplicar la fuente de nutrientes que el cultivo necesita, en la dosis, momento y lugar correctos, para obtener mejores rendimientos y calidad. Cultivar un futuro alimentario positivo con la naturaleza depende de la salud del suelo. En la reciente COP26 fue uno de los temas priorizados; tanto que los gobiernos de 45 países movilizarán $ 4.000 millones para lograr innovaciones en su cuidado y en agrosostenible.

Según la ONU, para el 2050 la producción agrícola mundial deberá aumentar en un 60 %, y casi un 100 % en los países en desarrollo, con el fin de satisfacer parcialmente la demanda de alimentos. Esto se puede lograr solo si tenemos suelos sanos. (O)

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Rodrigo Prom R., director de Marketing de Yara para Latinoamérica, Guayaquil