La invasión a Ucrania tiene en vilo a toda la humanidad. Esta guerra puede degenerar en un conflicto bélico general, que enfrentará a Rusia con Europa y las fuerzas de la OTAN. Toda esa zona son pueblos de origen eslavo que han estado hace siglos bajo el área de dominación de Rusia. Ucrania y Crimea fueron conquistados por los ejércitos de Catalina II a finales del siglo XVIII.

La pretensión de Putin es tener libre acceso al mar Mediterráneo y alejar la amenaza que le representan las fuerzas del OTAN. Por ello, viene exigiendo que Ucrania no ingrese a la Unión Europea. Por su cuenta, el pueblo ucraniano tiene identidad e idioma propio, conquistó su independencia en 1991, luchó por ella en el 2013, se resiste a renunciar pertenecer a Europa y asociarse con quien mejor pueda garantizar su futuro. La diplomacia occidental ha fracasado al no haber evitado este conflicto de impredecibles consecuencias. Además de lo injusto de esta invasión, lo inútil de vidas humanas perdidas, la destrucción y daños materiales, lo peor será la desconfianza a futuro que imposibilitará la coexistencia pacífica y posibilidad de lograr una verdadera paz mundial. Los romanos, dos mil años atrás, valoraban la paz como el mayor intangible de su imperio, acuñaron el término pax augusta o pax romana y se ufanaban de ese periodo específico de su historia que les permitió extender sus instituciones y desarrollo. Sin paz no era posible llegar muy lejos entonces, ahora tampoco. Todas las potencias deben entender que vivimos en un mundo interdependiente, que nos necesitamos unos a otros para coexistir y derrotar enemigos comunes que no son otros que la pobreza, ignorancia y el afán de dominación. El mundo vivirá en paz, en la medida que aprendamos a no agredirnos, a respetar los derechos históricos de todas las naciones. No hay justificación, Rusia debe aceptar que cada país es libre y soberano, comenzando por Ucrania, su pueblo hermano. (O)

Luis Villacrés Smith, Guayaquil