El señor presidente no debe buscar en la clase media a los que “más tienen”. Los que más tienen están en la élite económica. Son esas fortunas, varias, acostumbradas a pagar mal, y tarde o nunca, sus impuestos. Los que más tienen están ahora en las cadenas, empresas que obtuvieron ingentes ganancias durante la pandemia.

La clase media es la que educa, cura, administra, construye y más dinamiza la economía. Ahí no están los que “más tienen”. La clase media fue terriblemente diezmada durante la pandemia, estuvo en primera línea con sus médicos, profesores y demás, enfrentando la crisis sanitaria. La clase media es la que en volumen más tributa al país, sin embargo, menos cuenta con el Estado para educación, salud y seguridad, pues ante la consuetudinaria ineficiencia estatal, destina buena parte de su presupuesto en pagar a proveedores privados de estos rubros. El presidente aseguró en campaña que sabía cómo hacerlo; pero solucionar los problemas de caja fiscal mediante la imposición de tributos a un estrato poblacional lacerado por la crisis es nula creatividad financiera para proyectarse y una aguda insensibilidad social; es hacer lo mismo que hicieron regímenes cuestionados. Atrás de este proyecto económico urgente llamado “ley de oportunidades” está un fundamentalismo económico que ve al Fondo Monetario Internacional como ente sacro, deidad a la que se le debe obediencia devocional. Es el mismo que cree que se puede vivir con seguro social, pero sin comer, que los pobres poseen bienes raíces, que los que ganan $ 24.000 al año son opulentos. La clase media, tradicionalmente huérfana de representación social y política, pareciera estar nuevamente amenazada; justamente este estrato poblacional dio en gran medida el apoyo al último resultado electoral ganador. (O)

Henry Carrascal Chiquito, periodista y abogado, Guayaquil