Los ecuatorianos de los años 1940 al 1950 quedamos pocos, la mayoría ya rindió tributo al privilegio de estar vivo. Al compararnos con las generaciones actuales, da la impresión de que estamos viviendo una película de terror, ya que antes crecimos dando gracias a Dios por la familia que fue la base fundamental de principios que cumplíamos desde el hogar, la escuela, el colegio, cumpliendo con nuestras obligaciones. Los padres y profesores tenían responsabilidad de entregar a la sociedad jóvenes de bien en la profesión, el trabajo, etc. Ojalá Dios permita que las generaciones venideras se formen con estos parámetros para que sean ciudadanos útiles a su familia y su país; desgraciadamente, salvo honrosas excepciones, muchos jóvenes tienen apenas dos opciones, la cárcel o el cementerio. Dios salve al Ecuador. (O)

Colón Vicente Quiroz Ferruzola, Guayaquil